Como
Arbre de Noël entró en la cultura hispana, no
hace demasiados decenios, nuestro ya arraigadísimo
Árbol de Navidad. Eso significa que nos entró por
la puerta de Francia. Para nosotros fue por tanto un
galicismo cultural. Lo nuestro era el Belén o Pesebre;
eso del árbol no tenía absolutamente nada que ver con
el Nacimiento de Jesús; nada que se le parezca a la
Navidad. Desde la perspectiva cristiana e hispana,
parecía una innovación condenada al fracaso, pero no
fue así.
Tampoco
parece totalmente autóctono de Francia el árbol de
Noël, puesto que compite con otros venerables
símbolos que antes monopolizaban ese nombre, que ahora
han de compartir. En efecto, Noël llamaban al
día de Navidad y a todo el conjunto de fiestas de fin
de año que se inician en la Navidad. Y al que nosotros
hemos traducido a medias como "Papá Noel", cuyo nombre
original era Bonhomme Noël (Buen hombre Noel;
que no pudimos traducir literalmente, por ser Noël
masculino, y Navidad femenino).
Digo que en
Francia el árbol de Navidad competía con Papá Noel,
puesto que ambos tenían la misma función de distribuir
los regalos navideños. Se produjo, por tanto, la
conjunción de dos instituciones de distintas culturas.
Lo más probable es que haya que subir más al norte de
Europa, hacia los países fríos, para hallar el origen
primero del Árbol de Navidad. Su misma forma y el
manto de nieve común en la iconografía, nos remiten a
esos orígenes, en que el trineo tirado por renos acaba
de completar el paisaje que le es propio.
Ni que
decir tiene que con nieve o sin nieve, el Árbol de
Navidad es un símbolo mucho más frío que el Niño
Jesús, los Reyes Magos, o el mismo Papá Noel, alias
Santa Claus, en lo que al reparto de regalos se
refiere. El árbol ahí se está majestuoso, exhibiendo
sus generosos frutos, frente al calor humano que
irradian los demás personajes a los que se encomienda
en las fiestas navideñas la misión de responder de los
regalos. No es un invento mediterráneo, a la vista
está; pero lo hemos incorporado sin mayor dificultad a
nuestras costumbres.
Es curioso
que mientras otras incorporaciones foráneas a nuestra
Navidad, conservan
su nombre
extranjero (Christmas, Santa Claus, Papá Noel),
el árbol en cambio haya perdido todo rastro de
extranjería en su nombre. Porque del mismo modo que
hemos conservado el nombre de Noël en Papá
Noel, lo podíamos haber conservado también en el árbol
de Noel. Pero no fue así, sino que lo nacionalizamos
al poco tiempo de haberlo importado.
Podía muy
bien haber conservado su nombre originario, para
mantener el parentesco con el simpatiquísimo
Bonhomme Noël ese personaje celeste que, según las
creencias infantiles (la versión francesa de los Reyes
Magos), se encarga de distribuir en la noche de
Navidad juguetes, dulces y otras golosinas a los niños
que se han portado bien. Se le representa, allí donde
no ha sido suplantado por Santa Claus, con larga barba
blanca y vestido con un manto con capucha, y cubierto
de nieve. Parece que su entrada es por la chimenea,
donde los niños dejan sus zapatos (otra costumbre
extendida por muchas culturas). Cuando los niños no
han sido buenos, el Bonhomme Noel les trae un
haz de vergajos de los que lleva su compañero el Padre
Fouettard (el azotador). Es evidente que
un árbol no da para tanto; no se puede construir tanta
fantasía y tanto verismo en torno a él. Es algo mucho
más anglosajón.
Pero nos
queda el consuelo de haber conservado el nombre en el
personaje bonachón de la Navidad y en el bellísimo
nombre de Noelia.
SABIAS QUE:
Los adornos y bolas que se cuelgan
actualmente del árbol fueron creadas en el siglo XVIII
por los sopladores de vidrio de Bohemia.
Tras la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) la
tradición del árbol fue reintroducida por los suecos
en Alemania. En la primera mitad del siglo XIX el
árbol penetró en Austria, Gran Bretaña y Francia. A
partir del primer cuarto del siglo XX comenzó a llegar
a España. |