Humor de Navidad



HUMOR GRÁFICO 1 - 18

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Semana de repudio a Papanoel y Ronald McDonald

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Tradiciones

Las navidades del siglo XX tenían complejos rituales, llenos de significado. Estos son algunos:

En las noches de Navidad existía la costumbre de obsequiar a los seres queridos con algún objeto que ellos no desearan. Dicho gesto iba acompañado con la frase "si lo querés cambiar..." El sentido del ritual era el de manifestar a estas personas una gran verdad: que, en la vida, el destino nos regala lo que no le pedimos. Y que todos tenemos el deber de rebelarnos contra esto.

Una antiquísima tradición bonaerense del siglo XX exige que, durante la fiesta, los participantes se ocupen de emborrachar a algún pariente abstemio a través de sucesivos brindis para simbolizar el triunfo del Exceso sobre la Templanza, o de la Alegría sobre la Razón, o de alguna cosa sobre otra.

A los niños de fines de siglo (veinte) sus padres y padrinos les entregan algún complicado juguete electrónico -de esos que rompen dos segundos después de abrir el paquete- para enseñarles a amar la simplicidad.

En algunas casas porteñas se armaba un pesebre con figuras extrañas: un rey sin cabeza, una oveja del tamaño de cuatro pastores, un papanoel de cera, la figura de plástico del protagonista de un dibujo animado japonés... De esta forma, en el pesebre se escenificaba a la mismísima condición humana:
incompleta, desigual, anómala, incongruente...

A los hombres se les regalaba una remera o un pantalón dos talles más grandes que el de su tamaño real. Ellos recibían esta prenda agradecidos por la formidable revelación que contenía este gesto: siempre habrá una enorme diferencia entre lo que los demás piensen de uno y lo que uno cree acerca de sí mismo.

Las tradiciones sigloveinteñas exigían que en el momento de la comida el más torpe de los concurrentes tuviera la misión de volcar un vaso de vino sobre el mantel blanco, o el ketchup sobre la camisa nueva para recordarle a todos que el Caos acecha dentro de todo Orden, y la imperfección anida dentro de toda pureza.

Mariano Nicolás Donadí