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LÉXICO

VÍCTIMA

No está claro cuál es el origen de la palabra víctima. Cerca le ronda victus, que significa alimento; podría ser también que viniese de vieo (atar con juncos; formaba parte del ritual) y en tal caso, significaría atado, inmovilizado. Podría ser también que proviniese de vincere, vencer, o también de vincire, que significa atar. Sea cual sea el origen, ahí están alrededor de víctima todos estos conceptos que tanto por separado como en conjunto se le pueden aplicar perfectamente, por lo que no sería de extrañar que estuviesen todos ellos emparentados. La razón de ser de la víctima es ser sacrificada (sacrum facere), es decir hacer con ella una cosa sagrada. En primer lugar porque el victus, el alimento ha de ser santificado mediante un ritual; y en segundo lugar porque la tribu necesita hacer víctimas para mantenerse fuerte y unida y en todo caso para marcar distancias respecto a éstas. Por ello es preciso que la víctima cargue con las culpas de todo aquello que perjudica a la tribu. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi... De eso se trata. La tribu nunca puede ser responsable de sus propios males, nunca ha de autocastigarse. Para eso están las víctimas, para cargar sobre ellas todas las culpas. Como muy bien argumentan Platón y Aristóteles, el vencido siempre es culpable, y como tal merece ser tratado y maltratado. Es culpable de no haber sabido defender su libertad. Cuando existía la esclavitud, perder la libertad se consideraba como perder la vida. Por eso, para defender la libertad arriesgaban la vida. Y por eso equiparaban la situación del que había perdido la libertad, a la del que había perdido la vida. No tenía derechos. Era una víctima no sacrificada. La otra gran culpa del vencido es no haber aceptado someterse de buen grado a la superior cultura del más fuerte. Cuando no hay leyes que nos igualen, o cuando éstas se pisotean impunemente, aparece como por ensalmo una casta de hombres superiores que imponen su ley y su cultura: el hombre inferior sucumbe ante el hombre superior; la cultura del más fuerte proscribe la del más débil; y como en la selva, la especie inferior es la víctima natural de la especie superior. De momento los catalanes y los vascos están demostrando la gran superioridad de su cultura respecto a la española, a la que están arrinconando y expulsando de su territorio de forma épica, Constitución incluída. Estas gestas quedarán escritas en sus anales. Y están demostrando también la superioridad del pueblo catalán y del pueblo vasco respecto al pueblo español, que se deja engañar por unos y atemorizar por otros. Sólo les queda a ambos demostrar que también son superiores a los franceses. Pero no es a los celebrantes de este sacrificio a quienes hay que preguntarles por qué esto es así, sino a las víctimas. Ellas tienen la respuesta. Pero de momento, balan.

Mariano Arnal

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