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LÉXICO

TESTAMENTO

Testamentum, claro, es la palabra latina de la que trae su origen. Pertenece a la raíz testis, que conviene traducir como testigo a los efectos que ahora nos ocupan. Según el diccionario etimológico de Santiago Segura, testis vendría detres más sto. Es verosímil pero no seguro. Servio Sulpicio sentó cátedra con la etimología testatio mentis, que significaría testimonio de la voluntad, y con ella se quedaron los tratadistas que le siguieron, puesto que se avenía bien con la definición que da Ulpiano del testamento: mentis contestatio (igual significado). Otra etimología interpreta el testamentum como téstibus mentio, que sería la declaración hecha ante testigos. Las tres muy en la línea de las etimologías de San Isidoro de Sevilla. De todos modos basta comprobar que testis da lugar al verbo testor que significa declarar como testigo, atestiguar, manifestar: testor omnes deos… (pongo a todos los dioses por testigos…); en lenguaje poético,tábulae testatae son las tablillas puestas como testigos, es decir el testamento. Del verbo se forma el sustantivo testamen, que es la acción de atestiguar, el testimonio o la declaración de un testigo. Y otra forma de sustantivación estestamentum (hubiese podido ser testamentatio), que es propiamente la toma de testigos, y a partir de aquí, ya testamento, tal como lo entendemos.

Para entrar en el significado del término Nuevo Testamento, que es el que en este artículo me interesa, vamos directamente a la definición: es el acto jurídicomortis causa, unilateral, solemne y revocable, por el que el otorgante dispone a favor de alguien, de sus bienes, derechos y obligaciones para después de su muerte. Ateniéndonos pues a la definición de testamento, el contexto en que hemos de entender el Nuevo Testamento es el de Jesús a punto de enfrentarse a la muerte, en la Última Cena, estableciendo sus últimas voluntades. Ese es el cuadro físico, que coincide a la perfección con lo que se ha entendido siempre en la Iglesia como la herencia que entrega Cristo al hombre justo la noche antes de ser sacrificado. El testamento es la institución de la Eucaristía, algo bien distinto del propio sacrificio. Es el don de alimentarnos todos los días con su carne y con su sangre. Porque en el Sacrificio de la Cruz no hay comunión. Dios es el único beneficiario de la víctima: un sacrificio asimilable al holocausto, todo quemado. La institución de la Eucaristía, en cambio, le da un vuelco al sacrificio de la cruz: lo convierte en sacrificio de comunión: el pueblo pasa a ser oferente y a participar del cuerpo y de la sangre de la víctima inmolada. Gran novedad, la sangre, totalmente prohibida en la Ley de Moisés (sólo a Dios se puede ofrecer la sangre de las víctimas; al hombre sólo le es dado lavar sus culpas con ella), se invita al hombre a beberla: "Tomad y bebed todos de él, éste es el cáliz de mi sangre…"En el Antiguo Testamento Dios le dio a su pueblo la tierra prometida y el Tabernáculo en el que quiso estar en medio de su pueblo mediante las tablas de la Ley y los preceptos, y el báculo con que los guió Moisés. Pero en el nuevo Tabernáculo y el Nuevo Testamento Cristo se dio a sí mismo como alimento, renovando todos los días el sacrificio de comunión en que los hombres comparten con Dios el Cuerpo y la Sangre del Dios-Hombre que hermana a todos los hombres en él, haciéndolos a todos Hijos de Dios. Si fascinantes son estos misterios para la teología, no lo son menos para la antropología. Porque debajo de ellos está también el hombre.

Mariano Arnal

 

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