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LÉXICO DE EDUCACIÓN Y ENSEÑANZA. ÍNDICE

Índice temático sobre Educación y Enseñanza por Mariano Arnal

HISTORIA

Istoria (historía) es la palabra griega de la que deriva nuestra palabra historia. Como puede comprobarse, se trata de la transcripción a caracteres latinos de la palabra griega (la h corresponde a una señal de aspiración llamada "espíritu", que no consigo transcribir con este programa). La primera "historia" que se conoce es la de Herodoto, llamado el padre de la historia porque fue el primero que usó este término para titular su colección de relatos en los que se mezclaba lo divino y lo humano, el mito y la historia. Curiosamente ya desde los mismísimos orígenes de lo que hoy se considera una ciencia, el principal fundamento sobre el que ésta se construyó fue la fe, en su forma más aguda y negativa, la credulidad. El padre de la historia era, en efecto, de una credulidad que hoy nos suena a ingenuidad, pero que no deja atrás ni mucho menos la de quienes leen la historia e intentan hacérsela leer a los demás, desde cualquiera de los posicionamientos doctrinales en boga. De hecho se puede afirmar que sin fe no hay historia. Y sin ayatolas que la impartan, tampoco.

Volviendo al origen, istorew (historéo) significa básicamente "preguntar"; es decir que es consustancial a la historia que alguien la "explique", y que además se le crea. Sin narrador (que por mejor nombre se llamará luego historiador), no hay historia. El narrador, sea quien sea, es el oráculo, es la fuente de la historia. Y eso funciona así no sólo para el "consumidor" último, que no está en condiciones de comprobar nada, sino incluso para el "investigador" (el que va tras las huellas -vestigia), que encima ha de hacer de "intérprete" de misteriosas señales que le han dejado a él los espíritus del pasado.

En toda historia hay un oráculo o divino o adivino, que para el caso es lo mismo. O dicho de otra manera, toda historia tiene la pretensión de ser sagrada. Este fenómeno lo tenemos inequívocamente ejemplificado en las dos historias sagradas que se nos han servido en occidente: la historia sagrada cristiana y la historia sagrada marxista. Ambas dos parten de sus respectivos dogmas, al servicio de cuya demostración están las respectivas versiones de todos los acontecimientos históricos. La piedra de toque de ambas versiones son los respectivos mitos sobre el origen del hombre. La pretensión de la historia marxista de que el hombre nació del trabajo es tan mítica y tan fantástica y pertenece al ámbito de la fe, tanto como la versión bíblica o la versión védica. Y por supuesto que como todo vendedor de doctrinas intenta venderse como la única verdadera.

Y como es lógico, cada dominio necesita imponer su propia versión de la historia, que es como decir su fe. Sin historia no hay fe, y sin fe no hay fieles. Puede haber súbditos y dominados: esos son los infieles, que sólo pueden existir si previamente existen los fieles, que es precisamente lo que necesita cualquier doctrina. Y como la fe es gratuita, como no se presta en razón de la validez de los argumentos sino en razón de la voluntad de creer, la verdad acabará siendo lo que se quiera creer. Esto se hace patente en todos los sistemas de creencias y en todos los sistemas históricos. Si la historia da tantos derechos como la verdad, viva la historia.