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LÉXICO DE EDUCACIÓN Y ENSEÑANZA. ÍNDICE

Índice temático sobre Educación y Enseñanza por Mariano Arnal

DECEPCIÓN

"Me has decepcionado", "me siento decepcionado", esto es decepcionante", son las expresiones en que solemos usar este lexema tan culto, tan elegante, que apenas se entiende, o no se entiende como debiera. Y solemos añadir algo así como: "Has frustrado las esperanzas que tenía puestas en ti". En efecto, al usar el verbo decepcionar solemos cargar el peso de la culpa en el decepcionado, no en el decepcionador. Pero si hay un decepcionado, tiene que haber un decepcionador. Si hablásemos en lenguaje transparente, hablaríamos de engañar, que se entiende más claro; aunque probablemente volveríamos a suavizar la expresión diciendo "me siento engañado" en vez de "me has engañado"; en efecto, usamos el término decepción cuando se trata de expectativas, de promesas insinuadas, no de promesas hechas.

Decipio, decipere, deceptum es el verbo latino a partir del cual hemos formado primero el sustantivo decepción, y derivándolo de él, el verbo decepcionar, que lógicamente toma su significado de la palabra decepción, no de decipere. Plauto lo usa con el valor de sorprender, coger de improviso; Cicerón, con el de engañar, burlar, embaucar. Decipere exspectationes (Cic.) es dar plantón, hacer esperar inútilmente, engañar la espera (no las expectativas); decipere custodiam es burlar la vigilancia, es decir engañar a los vigilantes. Ovidio y Horacio lo usan ya con el valor de decepcionar, frustrar, etc.

Pero la estructura formal del verbo es aún más dura, porque en rigor el prefijo de (con valor de extracción, separación) más el verbo capio, capere, captum (coger, arrebatar, capturar, apoderarse de algo...), nos da algo así como robar, usurpar, etc. Y curiosamente el sustantivo decepción no existe en latín clásico. Justo empieza a aparecer con san Agustín, cuando se derrumba el imperio. Respecto a nuestra traducción engañar, es una auténtica joya que no tiene desperdicio; me ocuparé pronto de ella. Adelanto que viene de gannire, palabra de origen onomatopeico que significa en principio gruñir; de ahí en-gañar, origen no sólo del engaño, sino posiblemente también del lenguaje y de su carácter engañoso.

Volviendo a la decepción, y aplicándola al tema concreto de la reforma de la enseñanza, cuanto más adelante va, más fuerte y acongojante es la sensación (sobre todo en la desembocadura del sistema) de que no se trata sólo de un sentimiento, que para que esa sensación sea tan vívida, se necesita además que alguien tenga voluntad de engañarte, que haya alguien alimentando sin cesar esa sensación. Y parece que las cosas van por ahí: en Cataluña, donde hubo mucha prisa, e incluso fiebre por implantar la Reforma, el profesorado de los centros de Enseñanza Pública Secundaria (y cada vez más, también los usuarios de estos centros), no es que estén decepcionados por unas expectativas que no se han cumplido; no es eso, sino que se sienten engañados, alevosamente engañados por una Administración que ha decidido convertir la Enseñanza Pública en Asistencial.