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LÉXICO

VIOLENCIA

Es ésta una palabra tabú, como corresponde a una sociedad de herbívoros cuyas normas de conducta giran todas en torno a la mansedumbre. Es ese nuestro ideal de conducta ya desde la Creación en el Paraíso terrenal. En el mundo idílico recién creado y todavía sin malear que nos pinta el Génesis, todos los animales eran herbívoros. Para comer, no era necesario matar; no había justificación, por tanto, para ningún género de violencia.

Del latín vis, que significa fuerza, se forma el adjetivo violens, violentis (violento). El nominativo-acusativo plural es violentia, que acompañando al nombre sigue manteniendo su valor adjetivo, y si va solo, queda sustantivado como "conjunto de cosas o acciones violentas". De ahí pasa a funcionar como sustantivo con el valor que tiene actualmente asignado. Nuestro adjetivo "violento" lo hemos obtenido del adjetivo latino más usual violentus -a -um. Homo violentus (hombre violento), imperium violentum (orden violenta, poder despótico), ingenium violentum (carácter violento), verba violenta (palabras violentas) eran expresiones muy usuales en latín. De la familia de violentus es violare, palabra que merece tratamiento aparte.

Es esencial para decidir si se educa en la violencia o en la mansedumbre, decidir previamente si la doctrina y la instrucción que se imparte tiene como objetivo formar buenos dominadores, o si por el contrario lo que persigue es educar para la sumisión y la resignación. No se puede diseñar un mismo proyecto educativo para carnívoros que para herbívoros. Los sistemas educativos para herbívoros niegan, proscriben y denuestan todo género de violencia. Por eso, cuando los mismos que les han educado y les apacientan ejercen descaradamente la violencia, se ven obligados a explicarla y a decir que no es lo que parece. Que según quién mate, y cómo y por qué, la violencia puede ser hasta humanitaria. Se trata simplemente de saber distinguir. Y mientras a unos se les educa para la mansedumbre, y tienen dificilísimo explicar por qué en unas causas se apuntan sin ningún titubeo a la violencia, en otras causas que les son más próximas, sólo de mentársela se conmocionan.

Tanto la realidad biológica como la realidad humana nos enseñan que la violencia es una virtud que, como todas las virtudes, está sujeta a medida. El abuso de la cosa más buena y más santa es perjudicial; e igualmente perjudicial es su falta absoluta. No podemos renunciar a los fármacos con el pretexto de que son venenosos todos ellos si no los usamos en su justa medida. Ni podemos renunciar a la dosis de violencia que nos permite sobrevivir y defendernos de los que llevan sobredosis, porque a quien le mata la sobredosis no es al que la lleva, sino al ingenuo que no se ha inoculado ni siquiera la dosis de inmunización. Si no somos herbívoros, ¿por qué nos han de educar y adoctrinar como tales? A quien agrede, no se le puede argumentar eternamente con palabras. Es doctrina universalmente válida. Hay que asumir el riesgo de la violencia, sin camuflarla, que no hay por qué.

Mariano Arnal

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