LÉXICORADICAL Radical viene de la palabra latina radicem (raíz). Es un adjetivo que suele usarse en oposición a "moderado", aunque admite otras oposiciones. La palabra Rádix la tenemos también en griego (radix / rádix ) con el significado de "rama", que se amplía y completa en rabdoV (rábdos). El término griego para denominar la raíz es riza (rítza), que en principio significó especialmente "raíz medicinal" (cf. rizoma), y como en latín extendió su significado metafórico. Por completar el campo léxico, ahí están los términos arraigar, desarraigar, raigambre, arraigo, radicar, erradicar, radicación, enraizar, radicalizar... Ahora que se lleva tanto la moderación, la tolerancia y el encajar lo que sea sin mudar el semblante, el radicalismo está muy mal visto. Por eso todo el mundo se esfuerza en aparecer como moderadamente nacionalista, moderadamente democrático, moderadamente cristiano, moderadamente corrupto, moderadamente respetuoso con los derechos de los demás. Se trata de rehuir el definirse con demasiada claridad. Esa es la doctrina y la praxis dominante. Pero eso como no es verdad, no funciona. No se pueden hacer las cuentas como si nos creyésemos de verdad que dos y dos son tres, porque al final los números cantan a pesar nuestro. Negar la raíz es negar el árbol. Si porque no se ven las raíces, creemos que separarlas del árbol no importa, la realidad nos dirá que sí importaba. Igual que los árboles, las doctrinas (y también las personas y los pueblos) se mantienen con vida en tanto en cuanto tienen raíces. Cortarlas es tanto como matar el árbol. No es lo mismo que cortar el tronco: no cae fulminado, pero sus días están contados. Esto lo saben muy bien los nacionalistas, por eso cuidan especialísimamente sus raíces. De ellas se alimentan. Y por eso cuidan también con esmero dejar sin raíces a los demás pueblos que viven en su territorio, porque saben que en menos de una generación habrán desaparecido como tales e integrarán a sus individuos en la unidad nacional. Pero quien es demócrata convencido, ha de serlo también radicalmente: no ha de dejarse cortar las raíces. Quien está convencido de que la pluralidad garantiza mejor la libertad y la paz, quien está convencido de que es más fácil la convivencia en un Estado multiétnico, políglota y multicultural, no debe dejar que le separen de sus raíces. Ha de defenderlas. No sólo porque se defiende a sí mismo, sino también porque de este modo defiende de forma radical, es decir de manera que perviva, el principio de la pluralidad. No puede conformarse con la pluralidad de los coros y danzas de infausta memoria al tiempo que se aplicaba vitriolo a las raíces ahogando las lenguas. La pluralidad cultural es más que eso. Es defendiendo cada uno sus raíces y respetando las de los demás como mejor puede defender la paz y la libertad. Pero las doctrinas que se excluyen recíprocamente no pueden contraponerse moderadamente. El pluralismo étnico, cultural y lingüístico se opone radicalmente a la unidad étnica, cultural y lingüística. La Constitución española es radicalmente pluralista. Los nacionalismos, por definición, son radicalmente unitaristas. Mariano Arnal
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