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EL ALMANAQUE DE HOY REVISTA EL ALMANAQUE
 

LÉXICO

GUERRA  I

Estamos ante una palabra difícil, ajena a nuestra dotación léxica latina. Se la considera procedente del germánico werra, cuyo significado inicial no es guerra, sino algo más suave: pelea, discordia. Es posible que en su origen también los términos latino y griego bellum y polemoV (pólemos) tuvieran un significado igual de tenue, pero no consta. 

¿Qué nos hizo pasar del latín bellum al germánico werra evolucionado a guerra? Apunta Corominas con otros lexicólogos que podría tratarse de un eufemismo, de una voluntad de presentar con tintas difuminadas una realidad tan cruda. Puede ser así. Pero podría ocurrir también que los pueblos que nos dejaron en herencia esta palabra, tuviesen de la guerra una vivencia acorde con la palabra. Todos tenemos clara conciencia de que del mismo modo que los términos árbol, casa, etc. se aplican a realidades muy distantes entre sí, aunque conserven iguales caracteres esenciales, también la palabra guerra es igualmente aplicable a las guerras más extensas y encarnizadas, como a las más limitadas y caballerescas (casi torneos). Pudo ocurrir, pues, que al ser el bel.lum romano algo muy tecnificado, una auténtica máquina hecha de legiones en imponente formación, fuese esa una palabra excesiva para el concepto germánico de guerra, mucho más ligera, y probablemente menos feroz que la romana. 

El caso es que en el siglo XII el bellum romano había sido sustituido ya por la guerra germánica en toda el área románica, y por supuesto también en la anglogermana. En alto alemán tenemos wërra con el valor de pelea, confusión, tumulto; y werre con los de discordia y combate. En alemán el término wirren, en plural, significa desórdenes, disturbios, perturbaciones. En neerlandés antiguo, warre y en inglés antiguo werre, así como en neerlandés moderno war significan únicamente conflicto. Es decir que está bien documentado y quedan de ello claras huellas, que nuestra palabra guerra nació bien modosa. 

Seguramente que con el cambio de palabra y de cultura, se produjo al tiempo un claro retroceso de la misma realidad de la guerra, que se convirtió en algo más cotidiano, al alcance de cualquier caballero, muy lejos de las imponentes evoluciones de las legiones romanas. Pero algo tan bueno no podía durar. Con el nombre atenuado, las guerras se mantuvieron en consonancia durante toda la edad media. Pero al llegar al Renacimiento, los estrategas volvieron de nuevo los ojos hacia los clásicos, los estudiaron y procuraron imitarlos. 

Pero llegados a la alta tecnificación de la guerra que permite disparar cada vez de más lejos, desde poderosas máquinas terrestres, marítimas y aéreas, sin posibilidad alguna de verles la cara a las víctimas, y como hemos visto en la guerra de Kósovo sin despeinarse siquiera, ésta se torna enormemente cruel, sin nada que ver ya con el antiguo significado inicial de reyerta, pelea o discordia. Fijémonos que cuando derivamos de guerra guerrero y guerrillero, que nunca son masa, estamos bastante lejos del militar y del soldado, que son miembros de una enorme y poderosa organización, el ejército.  
Mariano Arnal

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