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LÉXICO

CONSENSO

Es evidente el cultismo, y es evidente también que lo que se pretende con él es ofrecer el aspecto más atrayente (¿no es lo mismo atractivo?) de la realidad. Está claro que no es lo mismo divertido que diverso, distinguido que distinto, consentido que consenso; y lo único que cambia, en fin de cuentas, es que el uno es participio regular y el otro irregular; y generalmente con la forma más culta (latinizante) se pretende vestir con elegancia una realidad que a simple vista no está de muy buen ver.

Sentio sentire sensum es el verbo latino del que está formada la palabra consenso; el prefijo con es evidente que es de compañía. Desde su mismo origen latino este verbo ha mantenido su significado original en torno al "estar de acuerdo", como consecuencia de "sentir lo mismo" respecto a algo, que es una forma más profunda de "pensar lo mismo". Pero la sabiduría popular le ha añadido, precisamente en su forma regular (la llamada técnicamente "vulgar") otros tres significados: "se aplica a la persona, particularmente un niño, demasiado mimado y al que se consiente demasiado que haga lo que quiere". Otra acepción: "demasiado tolerante". Y una tercera: "se aplica particularmente, como nombre y adjetivo, al marido que consiente las infidelidades de su mujer". Esta tercera acepción tiene un sinónimo popularísimo (vulgarísimo, hablando fino): cabrón, que define así el diccionario: "Se aplica al hombre a quien su mujer es infiel, particularmente cuando es con su consentimiento".

Y claro, cuando llegamos al consenso, tuvimos que pasarnos al verbo consensuar (barbarismo político que se resisten a admitir los diccionarios), para huir del más apropiado consentir, que hubiese levantado ampollas sobre lo que en realidad se hace cuando se "consensúa" (¡qué manera de torturar la lengua, por no querer llamar a las cosas por su nombre!). Porque claro, el consenso consiste más que nada en hacer que no te das cuenta de que te están levantando la camisa (que hoy llamamos camisón) con intenciones nada honestas, y tú como que no sientes nada; o de que se la están levantando a tu consorte, y tú como que ni te enteras. Vamos, algo tan antiguo como la humanidad. El patriarca Abraham obtuvo por estos procedimientos pingües beneficios. Y es que, al final, si no estás dispuesto a pelear por lo que es tuyo, el único recurso es consentir, o consensuar una detrás de otra, porque en esto, como en el rascar, todo es empezar.

La particularidad del consenso es que el consentidor es siempre el mismo, y el consentido también el mismo; y nunca jamás se cruzan los papeles. Al consentido o malcriado, cada vez hay que consentirle más; y si no se quiere bronca, hay que tratarle con pies de plomo para ni irritarle, no sea que te organice un auto sacramental. Y pasando a la otra acepción, pues lo mismo: quien ha decidido lucir una testa coronada, ya ha elegido su papel;no es fácil que lo cambie. Simplemente irá diciendo "no es lo que parece", aunque se le caiga la cabeza por el peso.

Mariano Arnal

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