Fases
de la Sexualidad. Sigmund Freud
"Al
principio de placer le sobreviene el principio de realidad".
(Sigmund Freud)
Para
abordar este vasto tema, debemos considerar, primero, que Freud
afirmó que existen tres grandes fuentes de donde proviene nuestro
penar, y que debido a ellas tenemos que sacrificar nuestra
satisfacciones pulsionales, a saber: la hiperpotencia de la
naturaleza, la fragilidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia
de las normas que regulan los vínculos entre los seres humanos. En un
momento dado, Freud, considera este último de origen natural: la
naturaleza psíquica; es también este último a la que denominamos
cultura, entidad que nos impone restricciones a nuestras exigencias
pulsionales y que nos ha proporcionado el sentimiento de culpa.
Desarrollaremos el
tema viendo las distintas fases de la sexualidad desarrollados por
Freud, con sus respectivas características, y comprenderemos la
influencia de las tres fuentes, mencionadas anteriormente, sobre todo
la cultural, que hacen que el desarrollo de la sexualidad tenga
diversas constituciones y que se produzca un cambio entre la
sexualidad infantil (la cual se creía no existía) y la de la
pubertad (comúnmente la más conocida y la que se pensaba era la
única que existía).
Fase Oral:
El ser humano llega a
este mundo trayendo consigo simplemente instintos, secuencias de
comportamiento genéticos que le permiten sobrevivir. El bebé
satisface su primera necesidad, de alimentación, a través de la boca
y el contacto con el pecho materno. Está acción es en principio con
fines de autoconservación; pero debido al contacto pecho-boca, a la
satisfacción producida por la alimentación y a la erogenización del
epitelio bucal, es que por anaclisis (apoyatura de la pulsión sobre
el instinto) la pulsión (representación psíquica de los estímulos,
que provienen del interior del cuerpo, en la vida anímica) empieza a
regir en el individuo. La acción de mamar ahora se convierte en el
chupeteo (acción de succionar que no tiene por fin la nutrición)
donde la acción se deslinda de la nutrición y busca la plena
satisfacción, mediante un circuito de autoerotismo (la fuente y el
fin pulsional se encuentran en el mismo objeto). La búsqueda de
satisfacción se regirá hasta el fin de nuestros días.
Vemos aquí que la
cultura y las propias limitaciones de nuestro cuerpo exigen que el
pecho materno se aleje del bebé; esta ausencia provoca ya nuestro
primer sentimiento displacentero. El YO que se empieza a constituir,
gracias a la libido yoica (energía de la pulsión que apega al Yo al
mundo) comprende vagamente la existencia de un mundo exterior ajeno.
En esta fase sólo se entiende como exterior a la Madre o al Otro
Simbólico.
El individuo nace en
un medio cultural, en un patrimonio formado históricamente, al que no
podrá escapar; dicho medio (cultura) le impondrá normas para velar
por la seguridad del sujeto y su adaptación a una naturaleza
despiadada, pero este tendrá que sacrificar algunas satisfacciones
plenas a cambio de esa seguridad. Esta relación es más explícita en
las siguientes fases.
Fase Sádico Anal:
La limpieza, el orden
y la belleza, claros productos culturales aunque aún no comprendidos
del todo, incidirán en la vida del sujeto de aquí en adelante;
sobre todo la limpieza en esta fase. Es en este sentido que la madre
en el acto de limpiar al niño de las respectivas necesidades que
produce, erogenizará la zona anal; con la que el sujeto buscará
satisfacción autoerótica mediante la expulsión y retención de
heces.
Se observa que el Yo
está constituido y que, también, existe un Mundo Externo productor
de placer y displacer. El niño comprende esa división entre Yo y M.E.
(mundo exterior) y se manifiesta sobre él, con el único objeto que
produce, las heces. Mediante la retención o expulsión expresa su
afecto u odio hacia la madre o M.E. Se ve claramente aquí el
nacimiento del odio hacia el M.E. en una forma de repulsa hacia él y
lo que produce. Esta repulsa parece ser fruto de la libido yoica, de
carácter autoconservativa, que evita el contacto displacentero con
ese mundo proporcionador de estímulos de toda índole.
El niño comprende
este M.E. y la existencia de los objetos presentes en él, mediante la
investidura (depositar carga) de su libido yoica en los objetos
formando la libido objetal (fuerza pulsional de variación
cuantitativa, cuando la libido yoica catectiza a los objetos).
También existe un afán de dominio hacia el mundo exterior,
apreciable en la aparición de los pares opuestos: sadismo-masoquismo
y exhibición-contemplación (el niño destruye, manipula objetos y
observa a los objetos: personas).
Esta fase es crucial
en relación a la intervención de la cultura, esta impone ciertas
reglas de conducta frente a algunos sucesos: el niño debe ir al baño
por sí solo, debe ser limpio y ordenado, debe llevarse bien con otras
personas, etc. Se empiezan a formar los diques psíquicos que
impedirán a las pulsiones exteriorizarse sino es por la vía de la
sublimación, o reprimirán a las pulsiones. La formación reactiva y
las mociones reactivas (fuerzas anímicas contrarias) aparecen y se
prolongarán en el curso de la vida, colaborando en el desarrollo
anímico del individuo, según las exigencias culturales (así la
cultura fabrica conceptos como: asco, vergüenza, etc.)
Fase Fálica:
En un principio
llamada fase genital, pero que Freud entiende no puede ser así debido
a que el niño (hombre y mujer) no comprende la existencia, todavía,
de dos genitales específicos; sino al contrario de sólo uno: el
genital masculino. Este hecho produce toda la configuración de
esta fase.
El objeto pulsional
es el falo. Las zonas genitales se erogenizan vía limpieza, contacto
con el aire, ropa, masturbación, y otros. El niño es víctima de la
influencia de la seducción (que trata al niño como un objeto
sexual), efectúa su primera elección de objeto basada en una
corriente sensual, que por la inaplicabilidad de los genitales por su
desarrollo, esta primera aproximación a su objeto sexual no puede
efectuarse de manera efectiva, convirtiendo al individuo en un
perverso polimorfo (acudirá a todo tipo de transgresiones, no
olvidemos que los diques psíquicos están recién en formación).
Esta exteriorización sexual se convierte en una corriente tierna, por
lo ya explicado anteriormente.
Las pulsiones yoicas
y sexuales depositadas en los objetos cambiarán de destino
produciendo distinto tipos de efectos. La pulsión de saber (que nace
de ese afán de apoderamiento del M.E.) incidirá en la investigación
que el niño efectúa sobre aspectos como: el nacimiento, la posesión
de pene en el hombre, etc. Investigación, por cierto, siempre
frustrada. A pesar del empeño e interés del niño, este nunca
comprenderá (hasta la pubertad) el funcionamiento de las zonas
genitales de ambos sexos.
Un hecho cultural
importante, tal vez el más universal y fundamental de la sociedad
humana, es el del Tabú del Incesto. Relacionado con el Complejo de
Edipo (el deseo por el progenitor del sexo opuesto) producirá la
Barrera del Incesto (la salida al triángulo edípico) gracias al
Complejo de Castración en el varón: el varoncito tiene el temor de
ser castrado por el padre debido a su deseo sexual hacia la madre,
esto lo obligará a dejar de desear a la madre y se introducirá en el
período de latencia. En la mujer la salida del complejo de edipo es
mucho más complicada y tardía.
El complejo de edipo
produce, además, la máxima expresión del par amor-odio, (amar al
padre y odiar a la madre o viceversa) y conjugación de la fase anal
para conformar el par amor odio. Se podría decir que el amor
(vínculo entre el varón y la mujer, que fundarán una familia sobre
la base de sus necesidades genitales) tiene su nacimiento en esta
fase. El niño comprende que el M.E. le produce placer y displacer al
igual que él hacia el mundo. Su relación con el mundo cambia y se
resolverá de aquí en adelante por el camino de la
ambivalencia.
El complejo de edipo
y la represión impuesta, por necesidades culturales, tendrá un
factor decisivo en esta fase, dando lugar al ingreso al período de
latencia. Es quizás, esta fase en la que la cultura se hace sentir
con más fuerza y obliga al sujeto a sacrificar sus deseos pulsionales;
haciendo de él un ser disconforme con el medio.
Período de Latencia:
Se conoce este
período por ser de "relativa" suspensión en la
investigación sexual infantil. La represión, diques anímicos, etc.
obligados por la cultura ya están arraigados, en la mayoría de los
casos, en la vida anímica del niño. Sucede, así, un período de
amnesia infantil en la que se "olvida" la vida sexual antes
realizada debido a la represión ya existente. La sublimación
(modificación de la meta pulsional original por otra) es el destino
más importante en esta fase. A pesar de ello el individuo tendrá
rupturas en este período que lo llevarán a unretorno de la
masturbación infantil, hecho que se dará vía aparato urinario
(enuresis nocturna, poluciones, etc.)
La sexualidad
volverá aparecer, después de una metamorfosis, en la pubertad; etapa
donde se creía que la sexualidad recién aparecía y se denominaba
normal.
Fase Genital:
En esta, se producen
crecimiento de los genitales externos y desarrollo de los genitales
internos (como productores y receptores de sustancias genésicas). Las
zonas erógenas predominantes en las anteriores fases producen ahora
un placer previo que conlleva a una acumulación de placer e
incremento de la tensión suficiente para llevar a cabo el acto
sexual, obteniéndose así un placer final con la descarga de los
productos genésicos, mucho mayor en satisfacción al placer
previo.
Las pulsiones
parciales y las zonas erógenas se ponen al servicio de un nuevo fin:
la reproducción, se puede decir que la pulsión es
"altruista", en este sentido. La libido
"amortiguada" hará escoger un nuevo objeto sexual que, por
la barrera del incesto, se encontrará fuera del triángulo familiar:
padre-madre-niño. Este segundo hallazgo de objeto tendrá relación
directa con el primero (de la fase fálica), tiene connotaciones
también con la pérdida del pecho materno; en sí se trata de un
reencuentro.
Se tenderá a buscar
al nuevo objeto sexual según las características del ser amado en la
fase fálica. Para ello, el individuo empleará nuevamente una
corriente sensual para aproximarse a l nuevo objeto, como lo hizo en
un principio. Este vínculo entre el primer y segundo hallazgo de
objeto es esencial en la vida futura del sujeto por la elección de
objeto.
No olvidemos que la
cultura influye, también, en la búsqueda del objeto sexual: impide
el aproximamiento al primero mediante el complejo de edipo y la
barrera del incesto, y al segundo especificando inhibiciones
autoritativas para elegir un objeto del sexo opuesto y cualquier
satisfacción extragenital prohibida como perversión. En fin, la
cultura, producto humano, ha sido configurado para evitar displaceres
al ser humano provenientes de la naturaleza y las relaciones
recíprocas entre hombres, pero contradictoriamente no aporta muchas
probabilidades de goce.
Sigmund Freud