PASIÓN SANGUINARIA

Me ha impresionado desde el primer momento el diseño de la Pasión de Mel Gibson. En los films de este género que he visto hasta ahora he percibido una intención didáctica: catequizadora en unos casos, e historicista y razonadora en otros; vendedora del producto en fin. 

Pero en éste, excesivamente cercano a un truculento reality show, el adoctrinamiento es cosa del protagonista en la que no se implica el filmador, que intenta hacer de fiel reportero de un episodio absolutamente obsceno de nuestra historia y de nuestra ideología. 

Un episodio que tanto en la narración del mito como en los ritos en que se perpetúa y en las doctrinas que de ambos se infieren, ha sido piadosa o malintencionadamente maquillado, ocultado o transmutado.
 

 En efecto, si la Pasión de Cristo de Mel Gibson hubiese sido diseñada para ser vista, si hubiese sido concebida como un espectáculo, deberíamos clasificarla con los filmes de violencia. Más aún, deberíamos decir que pretende escalar puestos en esta categoría. No es usual ni siquiera en ella una recreación tan morbosa en la violencia. En la escena de la flagelación llega al paroxismo: la tradición, que no los Evangelios, señala 40 azotes. Mel Gibson le propina 80. Es la escena más cruel, más sanguinaria y más inacabable del film. ¿Por qué? Los cuatro evangelistas se refieren a la flagelación con una sola palabra: “Entonces les soltó a Barrabás; a Jesús en cambio, FLAGELADO, se lo entregó a ellos para que fuera crucificado”,  (Mateo, 27, 26). “Y Pilatos, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y les entregó a Jesús FLAGELADO para que fuera crucificado” (Marcos 15, 15). Lucas en cambio, no hace referencia expresa a la flagelación. Pilatos les dice dos veces a los judíos que pues no encuentra motivo para condenar a muerte a Jesús, lo “castigará” y lo soltará. (23, 16 y 22). El original griego utiliza en ambos casos el participio aoristo paideusaV (paidéusas) (de paidoV (paidós)= del niño, se forma el verbo paideuw (paidéuo, que significa “educar”, y por extensión castigar). Y Juan, el más explícito, dice: “Entonces tomó Pilatos a Jesús y lo FLAGELÓ” (19, 1). He de señalar de paso que es el Evangelio de san Juan el que le sirve a Mel Gibson de principal fuente documental.  

Dejo ahí de momento la cuestión de la violencia; pero insisto: a pesar de ser tan exagerada e incluso apartándose tan descaradamente del guión, considero que no es ese el tema, ni tampoco el del empeño que pusieron los judíos en que Jesús fuera crucificado. Creo que reducir a estas cuestiones la crítica de este film sería como limitar la crítica de un libro a su formato, a la calidad del papel, a la tipografía y a la encuadernación, sin entrar en el contenido. 

Es que estamos tan acostumbrados a estereotipar y dulcificar la suma violencia de la PASIÓN de Cristo, que nos horrorizamos cuando alguien nos la recuerda. Llevamos colgada de nuestro cuello la Cruz de Cristo, que nos parece un bello objeto ornamental. ¿Qué diríamos de quien llevase colgada del cuello una horca con ahorcado y todo, o una gillotina con el correspondiente condenado, o una silla eléctrica? Seguro que lo consideraríamos un caso patológico. La Cruz también lo es; pero es una patología colectiva ya muy antigua contra la que estamos vacunados, o quizá tan sólo anestesiados. Mel Gibson nos somete a un schok violento para recordarnos que la Pasión es de una violencia extrema.

Mariano Arnal 

Semana Santa
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