LA DIFERENCIA RADICAL DE LA PASIÓN SEGÚN MEL GIBSON   

 

Todo narrador (y a mayor razón un narrador cinematográfico) elige qué enfocar y cómo. Mel Gibson también lo hace. Nos cuenta una Pasión y Muerte de Cristo casi literal, con muy pocas licencias respecto a los textos bíblicos. Y es tal la impresión que quiere dar de literalidad, que cierra el paso a cualquier doblaje, imponiéndonos en la banda sonora el arameo de los judíos y el latín de los romanos como lenguas obligadas. 

La PALABRA nos la ofrece Gibson en el film en su función más primitiva: nos transmite el clima anímico, las emociones, las pasiones. Para el espectador, la palabra de Jesús, el sujeto Paciente de la Pasión, es coloquio, es gozo y alegría en algunas secuencias retrospectivas; es sufrimiento, es angustia, es desgarro en las demás. Y en el bando del sujeto Agente es odio, es insidia, es trampa, es rugido, es burla. Las palabras concretas en que se mueven estos mensajes anímicos las ha de leer el espectador y las ha de interpretar. Son en todo caso claves complementarias de la auténtica Pasión, que resplandece en toda su crudeza al repartir el foco su atención entre el sujeto Agente y el sujeto Paciente. Pasión por ambas partes: por parte de la Víctima, acompañada de su coro trágico, y por parte de los verdugos, acompañados del suyo. 

Esa es una singularidad. Y otra, el enfoque del objetivo, que descubre como coprotagonista y por tanto como elemento esencial de la PASIÓN, también a su sujeto AGENTE. Al objetivo de Mel Gibson le interesan por igual la PASIÓN de Cristo y la ACCIÓN de quienes conducen a ella y actúan en ella. Estos últimos son relegados por los Evangelios a un discreto segundo plano y sin apenas luz, porque no son el objetivo. Pero a Mel Gibson le interesan tanto el PACIENTE como el AGENTE; por eso nos sorprende repartiendo focos y objetivo entre ambos. Nos resulta chocante que aparte tan a menudo el objetivo y los focos del PACIENTE para dirigirlos al AGENTE, formado de tantas implicidades y complicidades. Mel Gibson se recrea mostrándonos en el bando del AGENTE la trama necesaria para llegar a la PASIÓN. Nos lo muestra formado por un entramado de instigadores y de ejecutores, de cómplices y de implicados, imprescindibles todos ellos para que la PASIÓN llegue a su culminación. 

Ha sido esta irreverencia del cineasta, que tan a menudo aparta la mirada del auténtico Protagonista de la PASIÓN para darles también una alta cuota de protagonismo a sus causantes, lo que ha irritado a algunos judíos que le han acusado de antisemitismo. No han caído en la cuenta de que ahí judíos y romanos somos todos. Estamos acostumbrados desde hace ya mucho tiempo a fijar nuestra mirada sólo en la Pasión de Cristo, casi como si anduviese sola, sin nada ni nadie que la empujase. Acostumbrados a centrarnos en la víctima al tiempo que ponemos especial cuidado en no mirar al verdugo, ni menos acusarle. Y es una mala costumbre. 

Ya va siendo hora, viene a decirnos Mel Gibson, de que nos preguntemos si es tan cierta nuestra inocencia o tan feliz nuestra culpa. “Ecce Homo”, he ahí el Hombre. Pero al contemplar la imagen del Hombre que hemos hecho, ¿por qué hemos de apartar la mirada del agresor, que es la otra cara, la peor, del hombre? ¿Por qué hemos de dejarlo tranquilo? “Ecce Homo” Así es el hombre.

Mariano Arnal 

Semana Santa
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