PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

Este día la Iglesia lo dedica a meditar sobre la Pasión de Cristo sobre la versión que nos da de la misma el evangelista San Lucas. Recurrimos de nuevo a los excelentes servicios de The Bible Gateway. La traducción es también la Reina-Valera Antigua.

 

   

 

 

 

 

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

 

 

Lucas, 22

Y ESTABA cerca el día de la fiesta de los ázimos, que se llama la Pascua.

Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo le matarían; mas tenían miedo del pueblo.

Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;

Y fué, y habló con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados, de cómo se lo entregaría.

Los cuales se holgaron, y concertaron de darle dinero.

Y prometió, y buscaba oportunidad para entregarle á ellos sin bulla.

Y vino el día de los ázimos, en el cual era necesario matar la pascua.

Y envió á Pedro y á Juan, diciendo: Id, aparejadnos la pascua para que comamos.

Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que aparejemos?

Y él les dijo: He aquí cuando entrareis en la ciudad, os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidle hasta la casa donde entrare,

Y decid al padre de la familia de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde tengo de comer la pascua con mis discípulos?

Entonces él os mostrará un gran cenáculo aderezado; aparejad allí.

Fueron pues, y hallaron como les había dicho; y aparejaron la pascua.

Y como fué hora, sentóse á la mesa, y con él los apóstoles.

Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca;

Porque os digo que no comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios.

Y tomando el vaso, habiendo dado gracias, dijo: Tomad esto, y partidlo entre vosotros;

Porque os digo, que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.

Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dió, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de mí.

Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

Con todo eso, he aquí la mano del que me entrega, conmigo en la mesa.

Y á la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; empero ¡ay de aquél hombre por el cual es entregado!

Ellos entonces comenzaron á preguntar entre sí, cuál de ellos sería el que había de hacer esto.

Y hubo entre ellos una contienda, quién de ellos parecía ser el mayor.

Entonces él les dijo: Los reyes de las gentes se enseñorean de ellas; y los que sobre ellas tienen potestad, son llamados bienhechores:

Mas vosotros, no así: antes el que es mayor entre vosotros, sea como el más mozo; y el que es príncipe, como el que sirve.

Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta á la mesa, ó el que sirve? ¿No es el que se sienta á la mesa? Y yo soy entre vosotros como el que sirve.

Empero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones:

Yo pues os ordeno un reino, como mi Padre me lo ordenó á mí,

Para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos juzgando á las doce tribus de Israel.

Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como á trigo;

Mas yo he rogado por ti que tu fe no falte: y tú, una vez vuelto, confirma á tus hermanos.

Y él le dijo: Señor, pronto estoy á ir contigo aun á cárcel y á muerte.

Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

Y á ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.

Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada.

Porque os digo, que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fué contado: porque lo que está escrito de mí, cumplimiento tiene.

Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él les dijo: Basta.

Y saliendo, se fué, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron.

Y como llegó á aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.

Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

Diciendo: Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

Y le apareció un ángel del cielo confortándole.

Y estando en agonía, oraba más intensamente: y fué su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

Y como se levantó de la oración, y vino á sus discípulos, hallólos durmiendo de tristeza;

Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad que no entréis en tentación.

Estando él aún hablando, he aquí una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y llegóse á Jesús para besarlo.

Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con beso entregas al Hijo del hombre?

Y viendo los que estaban con él lo que había de ser, le dijeron: Señor, ¿heriremos á cuchillo?

Y uno de ellos hirió á un siervo del príncipe de los sacerdotes, y le quitó la oreja derecha.

Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó.

Y Jesús dijo á los que habían venido á él, los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados del templo, y los ancianos: ¿Como á ladrón habéis salido con espadas y con palos?

Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.

Y prendiéndole trajéronle, y metiéronle en casa del príncipe de los sacerdotes. Y Pedro le seguía de lejos.

Y habiendo encendido fuego en medio de la sala, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.

Y como una criada le vió que estaba sentado al fuego, fijóse en él, y dijo: Y éste con él estaba.

Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.

Y un poco después, viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eras. Y Pedro dijo: Hombre, no soy.

Y como una hora pasada otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es Galileo.

Y Pedro dijo: Hombre, no sé qué dices. Y luego, estando él aún hablando, el gallo cantó.

Entonces, vuelto el Señor, miró á Pedro: y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente.

Y los hombres que tenían á Jesús, se burlaban de él hiriéndole;

Y cubriéndole, herían su rostro, y preguntábanle, diciendo: Profetiza quién es el que te hirió.

Y decían otras muchas cosas injuriándole.

Y cuando fué de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y le trajeron á su concilio,

Diciendo: ¿Eres tú el Cristo? dínos lo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;

Y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis:

Mas después de ahora el Hijo del hombre se asentará á la diestra de la potencia de Dios.

Y dijeron todos: ¿Luego tú eres Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que yo soy.

Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio deseamos? porque nosotros lo hemos oído de su boca.

 

 

Lucas, 23

LEVANTANDOSE entonces toda la multitud de ellos, lleváronle á Pilato.

Y comenzaron á acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte la nación, y que veda dar tributo á César, diciendo que él es el Cristo, el rey.

Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiéndo él, dijo: Tú lo dices.

Y Pilato dijo á los príncipes de los sacerdotes, y á las gentes: Ninguna culpa hallo en este hombre.

Mas ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Entonces Pilato, oyendo de Galilea, preguntó si el hombre era Galileo.

Y como entendió que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió á Herodes, el cual también estaba en Jerusalem en aquellos días.

Y Herodes, viendo á Jesús, holgóse mucho, porque hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer alguna señal.

Y le preguntaba con muchas palabras; mas él nada le respondió:

Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran porfía.

Mas Herodes con su corte le menospreció, y escarneció, vistiéndole de una ropa rica; y volvióle á enviar á Pilato.

Y fueron hechos amigos entre sí Pilato y Herodes en el mismo día; porque antes eran enemigos entre sí.

Entonces Pilato, convocando los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados, y el pueblo,

Les dijo: Me habéis presentado á éste por hombre que desvía al pueblo: y he aquí, preguntando yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquéllas de que le acusáis.

Y ni aun Herodes; porque os remití á él, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho.

Le soltaré, pues, castigado.

Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

Mas toda la multitud dió voces á una, diciendo: Quita á éste, y suéltanos á Barrabás:

 (El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y una muerte.)

Y hablóles otra vez Pilato, queriendo soltar á Jesús.

Pero ellos volvieron á dar voces, diciendo: Crucifícale, crucifícale.

Y él les dijo la tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ninguna culpa de muerte he hallado en él: le castigaré, pues, y le soltaré.

Mas ellos instaban á grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los príncipes de los sacerdotes crecían.

Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían;

Y les soltó á aquél que había sido echado en la cárcel por sedición y una muerte, al cual habían pedido; y entregó á Jesús á la voluntad de ellos.

Y llevándole, tomaron á un Simón Cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

Y le seguía una grande multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban.

Mas Jesús, vuelto á ellas, les dice: Hijas de Jerusalem, no me lloréis á mí, mas llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos.

Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron.

Entonces comenzarán á decir á los montes: Caed sobre nosotros: y á los collados: Cubridnos.

Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?

Y llevaban también con él otros dos, malhechores, á ser muertos.

Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda.

Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.

Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.

Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre,

Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate á ti mismo.

Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.

Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate á ti mismo y á nosotros.

Y respondiendo el otro, reprendióle, diciendo: ¿Ni aun tú temes á Dios, estando en la misma condenación?

Y nosotros, á la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos: mas éste ningún mal hizo.

Y dijo á Jesús: Acuérdate de mí cuando vinieres á tu reino.

Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Y cuando era como la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona.

Y el sol se obscureció: y el velo del templo se rompió por medio.

Entonces Jesús, clamando á gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, espiró.

Y como el centurión vió lo que había acontecido, dió gloria á Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.

Y toda la multitud de los que estaban presentes á este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían hiriendo sus pechos.

Mas todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo,  (El cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual también esperaba el reino de Dios;

Este llegó á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.

Y quitado, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto.  

Semana Santa
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