LA DESTRUCCIÓN DEL PARADIGMA

Más vale que nos vayamos situando en la Cruz como “escándalo para los judíos y locura para los gentiles”, que dice san Pablo. ¿¡Como es posible -parece que se ha preguntado Mel Gibson- que con lo paganizados que estamos la Pasión de Cristo no sea para nosotros un escándalo!? 

¡Claro que no lo es!, porque la hemos edulcorado tanto, que su conmemoración es una fiesta, que sus símbolos los hemos convertido en las más preciadas joyas. 

A fuerza de teatralizar la Pasión (ritos incluidos), la hemos desdramatizado y en muchos aspectos, trivializado. 

Estando donde está cultural y folklóricamente la Pasión de Cristo, era difícil dar a percibir su desgarro dramático como no fuese con un impacto análogo al de Mel Gibson.

En su momento la propuesta del Crucificado como paradigma del cristiano, fue de un impacto brutal. Y ese paradigma no sólo prosperó, sino que arrasó: In hoc signo vinces, leyó Constantino en el cielo antes de enfrentarse a Magencio. Con esta señal (la de la Cruz) vencerás. Y venció. Pero en esa misma victoria perdió la Cruz su carácter de escándalo y de locura. Al cesar las persecuciones y al convertirse el cristianismo en la religión oficial del imperio, al dejar de ser la realidad desgarradora y sangrante que hasta entonces había sido, al desaparecer el martirio, la Pasión de Cristo dejó de ser un paradigma desgarrador y sangrante para convertirse en un mito edulcorado. 

Pero ni siquiera ese paradigma light era útil para nuestra época anestesiada, analgésica y hedonista. ¿Qué pinta en nuestras vidas como jefe espiritual nuestro, un sufridor extremo que para más señas parece que de alguna manera ama el sufrimiento? ¿Qué tenemos que ver nosotros con la Pasión, si lo nuestro es primero huir del dolor por todos los medios a nuestro alcance y luego, para no pararnos a mitad de la pendiente, emplear los mismos medios para procurarnos la dulce modorra, la euforia química y el placer encapsulado? 

Para los cristianos ávidos buscadores de placeres nuevos (por cuya moral sexual se hacen cruces los musulmanes, que para más inri la apellidan moral cristiana), la Cruz es un anacronismo, una antigualla, una huella masoquista del medievo. ¿Qué nos va ni qué nos viene pues la Pasión de Cristo? 

Acostumbrados como estábamos a contemplarla como una cuestión personal en que él se empeñó, o a lo más como un fatal designio de Dios, ¿a qué viene ahora Mel Gibson a incomodarnos clavando el objetivo donde no debe e iluminando lo que ya estaba bien entre brumas? ¿Es que no estábamos bien con la Pasión que nos habíamos acomodado? Pues por lo visto, no. Tuvo que venir Mel Gibson y darle la vuelta a la tortilla. Se acabó la Pasión dulzona y ritualizada; se acabó eso de que haya Pasión sin que le corresponda una acción proporcional, una Víctima sin su respectivo verdugo. 

Mel Gibson ahonda en la Pasión, pero enfoca también a la acción: ¡nos enfoca a nosotros! Algunos espectadores tienen la impresión de que está acusando a los judíos de tanta barbarie. Yo tengo la impresión de que me acusa a mí, tanto si me identifico con los instigadores, como si lo hago con los ejecutores. Y ni siquiera me deja libre de culpa, de esa culpa, si soy uno de los manipulados.

Mariano Arnal 

Semana Santa
- Indice de la Pasión