EL ÁRBOL DE LA VIDA 

CUAL ES LA VIDA, TALES SON LOS SACRIFICIOS 

Los sacrificios son la dimensión sagrada de la alimentación; por eso es preciso estudiarlos con el máximo rigor. Porque el saber cómo se alimenta un pueblo nos lleva a penetrar en todos los intersticios de su vida: desde las formas y las normas de obtención del alimento, y con ella las de regulación de todo género de actividades, hasta las condiciones que ha de tener la víctima que llega al altar y luego a la mesa. Analizando los sacrificios, que no son otra cosa que las muertes sagradas y legítimas para sostener la vida, llegamos al conocimiento de la vida profunda de los pueblos. 

¿Qué sacrificios se realizan hoy, ya en el siglo XXI? Son millones de sacrificios diarios. Sacrificamos (no asesinamos, ni ejecutamos, ni simplemente matamos) todos los días los animales necesarios para nuestra alimentación. En la caza nunca se sacrifica, se mata; porque la caza es anterior a la institución de los sacrificios, y no le alcanza el ámbito de lo sagrado. El sacrificio es otra cosa: es en primer lugar criar un animal, tenerlo en casa, ser su propietario (cuando se sacrificaban los hijos a los dioses, los padres eran tan propietarios de sus hijos y de sus mujeres como de sus rebaños) y darle muerte conforme a unos ritos que lo hacen apto sanitaria y moralmente para la alimentación. Las actuales normas (sanitarias unas, y de respeto al animal otras), son el equivalente laico de los antiguos sacrificios religiosos, y su lectura atenta (prestando especial atención a lo que no cae bajo normativa) nos da las claves de cuáles son nuestros valores y de cuál es nuestra vida. No para de crecer la objeción moral a la forma de criar y sacrificar a nuestros animales. 

Desde que los sacrificios se trasladaron de los templos a los mataderos, quedó en éstos lo funcional, desplazándose a la mesa lo ritual y sagrado del sacrificio. Y también esto último se ha perdido: rara es la mesa en que se empieza por la acción de gracias y luego sigue el ritual del reparto de la comida por el cabeza de familia, y se mantiene una actitud digna conforme a las normas de respeto. En pleno siglo XX, en la Castilla profunda, aún había familias en que el ritual familiar de la comida consistía en que sólo el padre se sentaba a la mesa, y los demás estaban de pie alrededor esperando que les fuese pasando comida. En esas mismas casas, sólo el padre y la madre dormían en cama; los hijos lo hacían en el rincón más digno de la cuadra, sobre paja.  

Todo ritual de sacrificio empieza por determinar qué se puede comer, y qué no se puede comer bajo ningún concepto. Nada más iniciarse el Génesis, tenemos  en el Paraíso el primer código de conducta (y el único). Y se refiere, como no podía ser de otro modo, a lo que está permitido comer, y a lo que no lo está bajo ningún concepto; más aún, bajo amenaza de quiebra total del sistema de vida y de relación con la divinidad. Es que eso es lo más importante de toda vida: la procedencia de sus alimentos, y las normas morales que regulan su obtención y desarrollo hasta llegar a la mesa. 

Por eso uno de los ritos de iniciación es la admisión del niño a la mesa, cuando ya es capaz de discernir y por tanto de aprender los procedimientos para tener todos los días el alimento en la mesa. Eso es en esencia la Primera Comunión.

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