EL ÁRBOL DE LA VIDA 

EL ÁRBOL DE LA VIDA EN EL PARAÍSO 

El relato bíblico del PECADO del hombre comiendo EL FRUTO PROHIBIDO, ha dado lugar a toda clase de interpretaciones sobre la naturaleza del fruto y sobre su prohibición. Las representaciones pictóricas y la tradición nos han llevado a la manzana. Es la forma popular de continuar el mito. Pero es evidente que tras él hay una carga religiosa y antropológica potentísima. En ese incidente del fruto prohibido están las claves de la verdadera naturaleza humana. 

Hemos de partir de la premisa de que ni el origen del mundo ni el del hombre están al alcance del conocimiento. Nos caen demasiado lejos. Son nuestras inclinaciones culturales las que nos empujan a diseñar unas o otras teorías, a las que nos adherimos en razón de nuestros deseos (cuestión de fe), no en razón de la fuerza “científica” que puedan tener. Asentado lo cual, reclamo el derecho de intentar una interpretación distinta del mito del Paraíso, en clave antropofágica. 

Y es precisamente el paralelismo creado por la iglesia entre el ÁRBOL DE LA VIDA y el ÁRBOL DE LA CRUZ, el que más decisivamente me empuja a esta interpretación que subyace en esta doble imagen. Otra cosa es que no se haya explicitado nunca el carácter antropofágico del ÁRBOL DE LA VIDA. Es posible que haya influido en esto el hecho de que incluso al referirse al ÁRBOL DE LA CRUZ, los tratadistas y los poetas (¡y no digamos los artistas!) pasan de largo, o como mucho de puntillas sobre el aspecto inequívocamente antropofágico del sacramento de la Eucaristía, en el que Cristo es la Víctima sacrificada al Padre y consumida su carne y su sangre por los fieles.

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