SANTORAL-ONOMÁSTICA

Santos del día 26 de abril

Nuestra señora del Buen Consejo y Nuestra Señora de la Cabeza patrona de Andújar; Isidoro de Sevilla obispo y doctor; Anacleto (Cleto) y marcelino papas; Pascasio, Clarencio y Lucilio obispos; Pedro y Basileo obispos y mártires; Ricario monje; Exuperancia (Esperanza), Guillermo y peregrino confesores; Rafael Arnaiz monje trapense.


BASILIO

En la Iglesia griega es tan importante San Basilio, que es el primer santo que se celebra en el año. En efecto, este santo, que nació el 323 y murió el 379, recién estrenada por tanto la libertad de culto y de predicación del cristianismo, fue un precursor en la organización de la Iglesia salida de la clandestinidad.

Este nombre procede del griego BasileuV (Basileus), que significa "rey". Fue en principio un sobrenombre aplicado a personas que destacaban por su gran nobleza y que acabó convirtiéndose en nombre. De esta misma familia léxica es la palabra "basílica", en griego (basiliké), que procede también de basileuV y es el nombre que se daba en Roma a la gran sala pública (etimológicamente, "real") destinada a tribunal, bolsa de comercio, etc. La de Letrán, donada por Constantino al Papa San Silvestre, sirvió de prototipo de iglesia. De esta familia léxica es también basilisco, exactamente igual en griego (basiliskoV), que es el diminutivo de basileuV y cuya traducción al latín es "régulus".

San Basilio nació y murió en Cesarea (Asia Menor). Fue arzobispo de esta ciudad, y como tal, metropolitano de Capadocia y exarca del Ponto. Doctor de la Iglesia griega, fue el más distinguido de "los tres capadocianos" (los otros dos fueron su hermano Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno). Finalizados sus estudios, abrió escuela en su ciudad natal. La actividad de profesor, de la que la filosofía era el alma, le puso en contacto con personas y corrientes de pensamiento que despertaron en él el deseo de profundizar en el cristianismo y especialmente de conocer la vida ascética de los cenobitas del valle del Nilo y los anacoretas de Celesiria, Palestina y Mesopotamia. Decidió, pues, visitar esos cenobios. El resultado de estos viajes fue la conversión de la vida cenobítica de esas comunidades, heredada directamente del judaísmo, en vida monástica que, como demostró la universal difusión que tuvo en todo el orbe cristiano, podía salir de los desiertos y formar parte del tejido social cristiano. Fundó, pues, más que una orden religiosa (porque no estableció normas y reglamentos, sino que marcó líneas) un movimiento monástico, que reforzó el de San Antonio abad, y se extendió por todo el imperio de Oriente. Sirvió de ejemplo y referencia al gran movimiento monástico de occidente que estaba por llegar.

La obra monástica de San Basilio fue creciendo especialmente en la Iglesia oriental (con el cisma de Oriente más de un centenar de monasterios basilios quedaron en el bando escindido de Roma y ahí siguieron) y llegó a sumar centenares de monasterios y miles de monjes.

Dos emperadores bizantinos y dos de Trebisonda, cinco zares de Rusia, numerosos patriarcas y obispos célebres de la Iglesia Oriental, diez santos, seis santas (Basilia) añadieron gloria y esplendor a este nombre ya de por sí esplendoroso y regio. ¡Felicidades!

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