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Un día como hoy, en 1770, nació el músico Ludwig Van Beethoven. Tuvo muchos hechos notables en su vida pero el que más se menciona es su sordera, la que no impidió que siguiera componiendo. ¿Cómo fue posible escribir tan magníficas obras musicales en ese estado?

Beethoven sentía la música en su mente. Siempre fue así, y siempre lo será. En la mente se crea primero, luego se lleva al mundo físico lo imaginado. Si quieres fabricar una mesa, primero la visualizas en consciencia, tal vez hagas un dibujo o plano, y luego la construyes. De otra forma, si intentas realizar algo sin pensarlo antes, puede salirte cualquier resultado. No puedes hacer una buena mesa si antes no pensaste cómo quieres que sea. Beethoven no podría haber hecho una sinfonía sin antes "tocarla" en su mente interior.

De la misma manera, tus relaciones con los demás pueden ser amables, exitosas y provechosas solamente si primero las construyes en tu mente. Realiza primero en tu interior la sinfonía de tu vida, que es tan importante como hacer una mesa o una composición musical. De ti depende si tu existencia es un ruido constante o una hermosa melodía.

Imagínate sonriendo al tratar con los demás. Piensa cómo debes conversar, qué debes decir y con qué modulación de voz cuando estés en tu próxima reunión de negocios o de amistades. No te permitas pensar que tienes alguna limitación, como la sordera, para hacerlo bien. Si lo construyes primero en tu mente de manera perfecta, cada día lo harás mejor en el mundo de tus relaciones humanas.
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¡El sol se detiene! Debido al movimiento de traslación terrestre, en estas horas nos parece que el sol ha detenido su marcha para retroceder y volver al otro hemisferio. Este hecho fue fácilmente observado por todas las culturas humanas y ha marcado un momento especial de festividad y meditación. La mayoría de las religiones conocidas surgieron en el hemisferio norte donde esta época señala el inicio del invierno. El sol se aleja del hemisferio septentrional después de haber alcanzado su máxima declinación, para volver al sur. Es época de solsticio, que deriva de la frase latina "el sol se detiene".

Los pueblos que vivían antiguamente en mayor contacto con la naturaleza, sufrían sus rigores y su vida giraba en torno al ciclo natural. Esta era época de escasez de calor, luz y alimentos. Pero también de esperanza, pues sabían que el sol volvería en seis meses más, retornando mayor vitalidad.

En la noche del solsticio las comunidades se reunían en torno al fuego ¾ símbolo de calor, luz y vida¾ , para renovar su fe y esperanza. En regiones del norte de Europa encendían antorchas que colocaban en los árboles y la gente compartía alimentos renovando su esperanza en el futuro.

Lo más importante, era el intercambio de alimentos para que a nadie le faltara durante el invierno. Estos regalos eran imprescindibles. Se trataba de una solidaridad forzada, pues si algunos se debilitaban y morían de hambre, toda la tribu quedaba más indefensa ante los enemigos o ante la naturaleza misma.

Las religiones modernas, siguiendo la tradición y la marcha de la naturaleza, colocan sus festividades principales en las cercanías de los solsticios. El cristianismo colocó allí la Natividad de Jesús. Es noche de intercambio solidario para que a nadie le falte nada. Si los alimentos están cubiertos, probablemente hará falta más amor, comprensión y apoyo para muchos. Más que regalos que cuesten mucho dinero, se necesitan compartir valores espirituales.

Comparte tus virtudes, aprovechando la fuerza de este solsticio donde comunidades de todo el mundo están haciendo lo mismo, y te los devolverán con creces. Serás más feliz tú y quienes te rodean.

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Lo que hace entretenida la existencia es que todos los seres humanos somos diferentes. Cada uno es un producto único en el Universo. Nadie tiene tus mismos pensamientos, sentimientos ni percepciones. Esta diversidad permite aprender unos de otros.

Por este motivo, no es posible encontrar a alguien que comparta exactamente tus ideas. Podrá aproximarse mucho, pero nunca será igual. Y la mayoría, tendrá ideas diferentes. ¡Y a cada cual le gusta tener sus propios conceptos!

Para relacionarse con los demás necesariamente hay que conciliar y ceder algo. Al no ser idénticos, hay que conversar para ponerse de acuerdo en acciones comunes. Si tratas de imponer tus ideas, tu éxito será pobre. Los demás se resistirán a ceder.

Si quieres que los demás se unan a tus ideas, comienza destacando lo que se comparte. Pon énfasis en lo que están de acuerdo y no le des mucha importancia a los desacuerdos. No critiques al otro ni le hagas sentir inferior.

Si deseas que tu oponente vea las cosas desde tu punto de vista, plantea más bien indirectas: algunos piensan que..., tal vez se podría ver desde otro ángulo..., ¿no crees que se puede tomar este otro camino?... La mayoría de las veces este es un método mucho más efectivo que obligar a pensar al otro como tú piensas. Escúchalo sinceramente y seguramente aprendrás nuevas alternativas para realizar tus metas.

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¿Quieres ser atractivo o atractiva? ¿Qué todos se alegren de tu presencia y les guste estar contigo? Aquí va la clave de lo que debes hacer para lograrlo: interésate sinceramente en los demás.

¿Cómo empezar? Una buena idea es conversando con la gente. Hay mucha gente tímida que le cuesta hacerlo. A mí me costaba muchísimo, pues era muy tímido, hasta que aprendí el truco. El mejor conversador es un oyente sincero. Cada persona es un mundo diferente y tiene muchas vivencias y experiencias que tú no tienes, pues no eres esa persona. Entonces, es un sujeto interesante de conocer, pues de esa manera aumentará tu conocimiento de la vida y tu sabiduría. Interésate en esa persona, sinceramente. Demuéstralo con tu expresión corporal, con tu mirada.

¿Y si no sabes nada del otro? Entonces, pregúntale a qué se dedica, qué es lo que hace. Verás que a todas las personas les agrada hablar de lo que conocen, aunque sean tímidos pues en ese tema se sienten seguros. La mayoría estará feliz de hablar de sí. Si sabes de ese tema, aporta con comentarios y preguntas pertinentes. Si no sabes, pídele que te lo explique: el otro se sentirá importante y le gustará hacerlo. Será un excelente regalo de Día de Reyes para tu interlocutor.

Y habrás ganado más amigos, más conocimiento y más sabiduría.

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A mis alumnos de mis cursos de Crecimiento Personal siempre les digo que nadie hay tan desgraciado que no tenga alguna gracia. Es decir, todos tienen algo que podamos elogiar sinceramente. Y el elogio ilumina el día del agraciado. Muchas veces llega en el momento preciso en que necesita tener un poco de más fe en sí mismo. Muchas veces unas palabras de estímulo pueden cambiar positivamente para siempre la vida de alguien. Y muy especialmente, cambiará favorablemente la vida de quien elogia. No de quien adula, sino de quien elogia sinceramente.

A propósito de este tema, adjunto una colaboración de Carlos Martínez de México que, si mal no recuerdo, cita también Dale Carnegie en su libro "Cómo Ganar Amigos".

A principios del siglo diecinueve un joven en Londres aspiraba a ser escritor. Pero todo parecía estar en su contra. Sólo pudo ir a la escuela cuatro años. Su padre había sido encerrado en la cárcel por no poder pagar sus deudas, y este joven con frecuencia sintió el hambre.

Finalmente consiguió un trabajo pegando etiquetas a las botellas en un depósito infestado de ratas. Por la noche dormía en una escuálida habitación en un ático con otros dos muchachos, hijos de los barrios bajos de Londres.

Tenía tan poca confianza en su capacidad para escribir que escondió y luego envió por correo su primer manuscrito en la oscuridad de la noche de modo que nadie pudiera reírse de él. Cuento tras cuento fueron rechazados. Finalmente llegó el gran día en que uno de ellos fue aceptado.

Es verdad que no le pagaron por él, pero un editor lo había elogiado. Un editor le había brindado su reconocimiento. Estaba tan emocionado que caminó sin rumbo por la ciudad con lágrimas cayéndoles por las mejillas.

El elogio, el reconocimiento que había recibido al lograr que se imprimiera uno de sus cuentos le cambiaron la vida. Si no hubiera sido por aquel aliento, podría haber pasado toda su vida trabajando en lugares infestados de ratas. Tal vez usted conozca el nombre de aquel joven. Se llamaba Charles Dickens.

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Es fácil pasar de la euforia a la depresión o de la alegría a la tristeza. Lo ideal es tener un estado interior de felicidad, de regocijo. Esto último es producto de una confianza y seguridad en sí mismo, de un buen "autoconcepto" como dice Carl Rogers.

Es fácil tener una tendencia a concentrarse en los defectos y en los errores cometidos durante la vida. A esto puede sumarse la predisposición a notar lo que falta, lo que no se ha conseguido y las metas no logradas. Esta actitud conduce a un bajo autoconcepto y muchas veces, a la depresión. La persona se expresa en el mundo con un dejo de tristeza. Una persona así no consigue relaciones exitosas en su vida.

Por el contrario, quien es feliz consigo mismo, tiene este gozo interno, irradia confianza, seguridad y positividad. Quizás no tenga muchas euforias, pero tampoco muchas depresiones. Es un estado más permanente de ser. Tú tendrás más éxito, más amigos y más conocidos si tienes este gozo.

¿Y cómo lograrlo? Contando tus bendiciones. Confecciona una lista de tus virtudes y cualidades. Atesora tus buenos recuerdos. Realiza un inventario de tus conocimientos y experiencias positivas. Aprecia lo que tienes: estás vivo y, si miras a tu alrededor, tienes a quien amar.

Sergio Valdivia Correa

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