LA
GENEROSIDAD NAVIDEÑA
La generosidad es una de las características más notorias de
la Navidad; aquella que ha tentado la codicia de los
comerciantes. Éstos se han montado en la Navidad y la han
convertido en su mayor negocio. A cambio, todo hay que
decirlo, han contribuido y siguen contribuyendo a la
creación del clima navideño. Reinvierten en la Navidad parte
de los cuantiosos beneficios que ésta les produce.
Esto nos viene desde antes del cristianismo: en las fiestas
saturnales, presididas por el dios de la agricultura, los
señores sentaban a sus esclavos a la mesa, confraternizando
con ellos. Era la única ocasión en que se seguía una
conducta tan contraria al espíritu romano: además se les
daba durante esta semana festiva, toda clase de libertades,
liberándolos de los trabajos que no eran imprescindibles, se
intercambiaban regalos y se celebraban rifas.
El Espíritu de la Navidad viene soplando con mucha fuerza
desde lejísimos. Es espíritu humano humanizado. El
cristianismo le añadió sus propias doctrinas, que extienden
la igualdad de todos los hombres y la solidaridad humana a
todo el año, siendo la Navidad la culminación de este
espíritu, y no su única manifestación. Y le añadió también
aquello que la humaniza más todavía: la conmemoración del
Nacimiento del Hombre Dios, o del Dios hombre: el Dios que
se hace Niño en las condiciones más precarias, para que
nadie se avergüence de la pobreza, ni la suya ni la ajena, y
ejerza la generosidad con quienes la padecen.
Este Niño Dios es el polarizador del espíritu de generosidad
que sopla con fuerza en estas fiestas. Una de las
manifestaciones de esta generosidad es el inmenso flujo y
reflujo de regalos que inunda la Navidad como una marea.
Pero es que forma parte de su espíritu.
En todo el mundo juegan los regalos un papel muy
preponderante: todos son buenos para traerlos: el Niño Dios,
a quien se le escriben las cartas en Filipinas y se le dejan
en el pesebre; Papá Noel o Santa Claus (Sant Nicolaus),
el árbol de Navidad, los Reyes Magos, el tronco de la
chimenea, la propia chimenea.
En Brasil es el Papá Noel quien reparte los regalos la noche
de Navidad. En cada familia ha de aparecer éste para cumplir
tan importante misión. Por lo general es un miembro de la
familia quien se disfraza; pero quien puede pagárselo,
contrata a uno de los muchos que se ofrecen en la calle.
Tanto familias como establecimientos y empresas han de tener
su Papá Noel, que esa noche se hace omnipresente.
En Chile es el Viejito Pascuero el principal responsable del
reparto de regalos. La fiebre de regalar llena el ambiente
de un modo que para algunos resulta acongojante. Todo el
mundo regala a todo el mundo; el problema más difícil de
resolver es qué regalar.
En Argentina, siguiendo la costumbre que viene del norte, el
árbol es el foco de atracción de los regalos. Pero no son
esos los únicos; siguen los regalos para la noche vieja, en
especial de ropa interior rosada para atraer la buena
suerte.
En Bolivia, también los regalos van asociados con los deseos
de buena suerte y con la formulación de buenos propósitos en
el momento de hacerlos y recibirlos durante la cena de
Nochebuena.
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