JUBILEO
En el jubileo se nos han cruzado el júbilo, de origen
latino, y la jubilación, de origen hebreo. Vamos primero
por éste: parece incuestionable que tanto el jubileo
como la jubilación traen su origen de la ley de
Moisés, que estableció que después de 49 años (siete veces
siete) en que se podían perder las tierras, la casa, la
mujer, los hijos y hasta la propia libertad, después de
esos 49 años de servidumbre y de abandono en manos de la
voracidad de explotadores y acreedores, tenía que venir un
año jubilar, el quincuagésimo, en el que se habían
de abstener de trabajar, igual que en los años
sabáticos (nada de sembrar, cosechar… sino vivir al
día, casi como recolectores); en este año tenían que
reintegrarse al propietario o si éste no estaba a su
familia, las propiedades inmuebles que hubiesen sido
enajenadas. De este modo ni la más extrema pobreza podía
alterar definitivamente la equitativa distribución inicial
de la tierra entre todas las familias. Asimismo recobraban
la libertad los israelitas que hubiesen caído en la
esclavitud (para pagar las deudas con su trabajo), con lo
que se garantizaba que ninguna circunstancia, por adversa
que fuese, dejaría para siempre a una familia ni a ninguno
de sus miembros sin su propia libertad y sin los medios de
subsistencia.
Este acontecimiento tan trascendente en la vida del
pueblo de Israel y de cada uno de sus miembros, se
anunciaba por medio del yobel, un
instrumento musical, de viento probablemente, como las
trompetas con que se anuncia la Pascua, y de ahí el nombre
del jubileo. Al pasar a las culturas de lengua
latina era inevitable que se cruzase y se fundiese con el
grupo léxico de júbilum =júbilo, forma
originaria que dio lugar a jubilatio, nombre
de los gritos de alegría de los campesinos, llamados
también júbila (plural neutro) y al verbo
júbilo, jubilare, jubilatum, que en el latín clásico
se usa normalmente como intransitivo, y significa
alborotar y gritar como los pastores y los campesinos
cuando cantan. Exteriorizar la alegría con gritos, cantos
espontáneos, aclamaciones y vítores. En el latín de la
Vulgata se suele construir con el dativo Deo y
significa lanzar gritos de júbilo para alabar a Dios. Ya
en la Vulgata se tradujo el jubileo como jubilaeus
(pronunciado yubiléus), y el año jubilar judío como
el jubilaeus annus. Es difícil resistir la
tentación de relacionar el jubileo con el júbilo, porque
era efectivamente un gran júbilo para los israelitas la
llegada del año jubilar. Incluso la palabra jubilación,
que parece talmente transcrita de la latina jubilatio,
jubilationis, que significa alegría, no puede proceder
directamente de ésta, sino del concepto de jubileo,
porque es realmente una liberación de una larga
"esclavización" por el trabajo durante un período de 50
años en números redondos (curiosamente, de los 16 años,
que es la actual edad laboral, a los 65, que es la de
jubilación, van exactamente 49 años, que era el tope de
los años de servidumbre para los judíos). En el
cristianismo se instituyeron los años santos o de
jubileo a partir del 1300, por bula de Bonifacio VIII,
que determinó que serían jubilares todos los años
centenarios, y que en la peregrinación a Roma quedaban
exonerados los fieles de todos sus pecados. Clemente VI,
en 1349, declaró años jubilares también los que marcaban
el medio siglo; otros papas redujeron los años.