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Las claves léxicas por Mariano Arnal

LA CARRERA DE LOS PRESTIDIGITADORES POR GANAR PRESTIGIO 


Nada, que estaba escrito en las estrellas, o que las palabras son más fuertes que nosotros y nos llevan a su terreno. El caso es que ha tenido que ser ese maldito petrolero llamado PRESTIGIO el que ha venido a decirnos quién es quién, a poner a cada uno en su sitio. Y eso ha sucedido como por arte de prestidigitación, que en eso hubieron de convertir los franceses el prestigio, allá por el siglo XVIII, cuando lo vaciaron de su maligno significado original. Hubo que hacer la sustitución, puesto que no podíamos quedarnos sin una palabra tan reveladora. (Véase a continuación la exégesis de esta palabra en la sección NÓMINA RERUM). 

La ocasión la pintan calva, y para los que medran en lo negro no hay mal que por bien no venga. En efecto, la catástrofe del PRESTIGIO a muchos les ha ido que ni hecha a medida. Les está sirviendo para ganar un prestigio cuyo color no importa, aunque sea negro. A más de uno le ha ido de maravilla para salir todos los días en la tele. 

¡Cualquiera se pierde una oportunidad así! Pero por fortuna, los espectadores de esas artes de prestigiación y prestidigitación de los políticos y de los que tienen por oficio decir y mostrar, tenemos también una magnífica oportunidad de saber quién es quién: sobre el negro se distingue muy bien lo blanco y lo menos blanco. Cada uno está cargando pues con su propio PRESTIGIO. Ese buque fantasma se está encargando de poner a cada uno en su lugar. Es como el negativo en que cada uno se está retratando. Los políticos de todo signo, cada uno con su foto bien diferenciada, inconfundible. Hasta Ibarreche ha proyectado su foto en el buque fantasma. ¡Y los que faltan todavía! Cada uno aprovecha el chapapote en su provecho: los que tienen agravios y cuentas pendientes con el vecino, para mancharle el jardín y la honra. Hay para días: aún han de pasar muchos más a hacerse la foto pringándose del chapapote con que intentan embadurnar a sus enemigos.   

Es que la sintaxis de los rictus, de los gestos, de los actos no engaña más que a quienes le tienen alergia a la sintaxis, a quienes rehúyen los análisis. Es que son inconfundibles las estructuras y las relaciones internas y externas. ¡Hay que ver lo bien que se lee cuando se escribe blanco sobre negro, aunque la pizarra sea viscosa! ¡Y pensar que al final todo es cuestión de PRESTIGIO! ¡Quién lo dijera! Todos los que han querido darnos el pego, todos los que han intentado hacerse con el PRESTIGIO para hacer con él ilusionismo, unos de una manera y los otros de otra, han quedado pegados y prestigiados. Quisieron hacer PRESTIDIGITACIÓN,  “abracadabra, pata de cabra”, y les salió el fuel por la culata.  

No serán sólo las playas y las rocas y los mariscos los que tardarán en limpiar las negruras pegajosas. A más de uno se quedarán enganchadas al alma, de tanto tirar de PRESTIGIO. Cada uno llevará a cuestas durante años el PRESTIGIO que se ha estado trabajando estos días. Unos de una manera, y otros de la contraria: cada estilo de prestigio recoge sus propias ovaciones. Es que los nombres tienden a ser tan crueles como las cosas que nombran.