Nada, que estaba escrito en las estrellas, o que las
palabras son más fuertes que nosotros y nos llevan a su terreno. El caso
es que ha tenido que ser ese maldito petrolero llamado PRESTIGIO el que ha
venido a decirnos quién es quién, a poner a cada uno en su sitio. Y eso ha
sucedido como por arte de prestidigitación, que en eso hubieron de
convertir los franceses el prestigio, allá por el siglo XVIII, cuando lo
vaciaron de su maligno significado original. Hubo que hacer la
sustitución, puesto que no podíamos quedarnos sin una palabra tan
reveladora. (Véase a continuación la exégesis de esta palabra en la
sección NÓMINA RERUM).
La
ocasión la pintan calva, y para los que medran en lo negro no hay mal que
por bien no venga. En efecto, la catástrofe del PRESTIGIO a muchos les ha
ido que ni hecha a medida. Les está sirviendo para ganar un prestigio cuyo
color no importa, aunque sea negro. A más de uno le ha ido de maravilla
para salir todos los días en la tele.
¡Cualquiera se pierde una oportunidad así! Pero por
fortuna, los espectadores de esas artes de prestigiación y
prestidigitación de los políticos y de los que tienen por oficio decir y
mostrar, tenemos también una magnífica oportunidad de saber quién es
quién: sobre el negro se distingue muy bien lo blanco y lo menos blanco.
Cada uno está cargando pues con su propio PRESTIGIO. Ese buque fantasma se
está encargando de poner a cada uno en su lugar. Es como el negativo en
que cada uno se está retratando. Los políticos de todo signo, cada uno con
su foto bien diferenciada, inconfundible. Hasta Ibarreche ha proyectado su
foto en el buque fantasma. ¡Y los que faltan todavía! Cada uno aprovecha
el chapapote en su provecho: los que tienen agravios y cuentas pendientes
con el vecino, para mancharle el jardín y la honra. Hay para días: aún han
de pasar muchos más a hacerse la foto pringándose del chapapote con que
intentan embadurnar a sus enemigos.
Es que la sintaxis de los rictus, de los gestos, de los
actos no engaña más que a quienes le tienen
alergia a la sintaxis, a quienes rehúyen los análisis. Es que son
inconfundibles las estructuras y las relaciones internas y externas. ¡Hay
que ver lo bien que se lee cuando se escribe blanco sobre negro, aunque la
pizarra sea viscosa! ¡Y pensar que al final todo es cuestión de PRESTIGIO!
¡Quién lo dijera! Todos los que han querido darnos el pego, todos los que
han intentado hacerse con el PRESTIGIO para hacer con él ilusionismo, unos
de una manera y los otros de otra, han quedado pegados y prestigiados.
Quisieron hacer PRESTIDIGITACIÓN, “abracadabra, pata de cabra”, y les
salió el fuel por la culata.
No serán sólo las playas y las rocas y los mariscos los que
tardarán en limpiar las negruras pegajosas. A más de uno se quedarán
enganchadas al alma, de tanto tirar de PRESTIGIO. Cada uno llevará a
cuestas durante años el PRESTIGIO que se ha estado trabajando estos días.
Unos de una manera, y otros de la contraria: cada estilo de prestigio
recoge sus propias ovaciones. Es que los nombres tienden a ser tan crueles
como las cosas que nombran.
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