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NÓMINA RERUM por Mariano Arnal

GESTO 2



Entre los derivados de gesto tenemos el verbo gestar (gestare), que nunca lo emplearon los romanos con el actual significado de gestar. Otro tanto ocurrió con el respectivo sustantivo gestatio, que nunca emplearon con nuestro significado de gestación: es una clara advertencia en pro de la atención a la historia de las palabras. Por el mismo camino va el gestor latino que fue, además de gestor, un prototipo del teatro: correveidile, difamador, chismoso. ¡Qué cosas! Pero el principal cambio en este grupo léxico lo constituye la pérdida del verbo gestio, gestire, géstii, con el significado de saltar de alegría, dar brincos de contento, estar exultante, estar alborozado, entregarse a transportes de alegría exagerada; con una extensión hacia los deseos vehementes por algo: estar impaciente, arder en deseos. ¡Con lo que embellecería nuestro léxico y hasta nuestra acción un verbo así!  

Tuvieron también los romanos, continuando con las diferencias, el frecuentativo gestitare (llevar frecuentemente, tener costumbre de llevar: istum ánulum gestitabat, solía llevar este anillo). Por lo demás, se mantuvo el verbo gérere, gestum, y la forma reflexiva se gérere, en los parámetros significativos que han pasado a nuestra lengua: no podía ser de otro modo, pues todo este grupo léxico fue recuperado a posteriori, en calidad de cultismos por tanto. 

He ahí algunos ejemplos de los usos latinos de este lexema: Vestem ferinam qui gessit primus, el primero que llevó un vestido de fiera (de piel); gérere témpora tecta pelle lupi, llevar las sienes cubiertas con la piel del lobo; gérere saxa in muros, llevar piedras para los muros; gérere in cápite galeam, llevar el casco en la cabeza; vírginis os habitumque gerens, llevando el aspecto y el vestido de doncella.  

La principal lección léxica que hemos de deducir es que la gestión y el gesto son dos caras de la misma moneda, dos estados distintos de la misma palabra: la acción representada en la gestión (-ción, -tión es precisamente la desinencia de acción) y la actitud, la disposición, representada en la forma supina gesto. Es que son infinitas las situaciones en que la capacidad de gestión es limitada, en que muy poco o nada se puede hacer: por ejemplo ante una gran calamidad o ante la muerte. Ahí no nos quedan más que los gestos, y debemos prodigarnos en ellos. Por eso los más importantes están ritualizados.  

Y hay gestiones que quedan infinitamente realzadas por el gesto. Lo que hace una madre con su hijo no vale por su eficacia (effícere, como perfícere: hacer del todo), sino por el gesto, por la actitud. Otro tanto ocurre en las demás relaciones humanas (y las políticas lo son): es un disparate atroz descuidar el gesto. Y más en una situación desesperada. Eso es lo que pretende transmitir un nombre como “Gesto por la Paz”. Cuando la capacidad de gestión es entre limitada y limitadísima, lo único que queda de inmensamente valioso es el gesto. Y como tal se agradece incluso más que la gestión. Es que estamos en el plano anímico: y la política también ha de tener alma cuando gestiona cosas incontrolables y a veces irresolubles que al final atañen al alma.