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NÓMINA RERUM por Mariano Arnal

PRESTIGIO 2 



Los romanos pensaron en el nombre de oficio: el prestigiador (praestigiator) si se trataba de un hombre, y la prestigiadora (praestigiatrix) si se trataba de una mujer. En el teatro por lo menos eran éstos oficios consagrados, los de embaucador, charlatán e impostor en sus vertientes masculina y femenina: de los que dan colorido a la escena. También tuvieron que tener su representación en el teatro de la vida, puesto que las palabras persistieron hasta poder convertirse en prestidigitadores cuando los más adelantados en el oficio se convirtieron en prestigiosos. Pero ese es el final del recorrido de la palabra, y nos falta aún averiguar su origen. 

Los etimologistas, sin demasiada convicción, remiten al verbo praestringere, compuesto por el prefijo prae, que al no tener valor de anterioridad se reduce a reforzar el significado del verbo, que viene a ser el mismo que el de perstringo, con el prefijo per especializado en esta función. Nos queda pues el verbo stringo, stríngere, strinxi, strictum como única fuente de significado. A partir del supino strictum (estricto), está a nuestro alcance comprobar que se trata de apretar: estricto evolucionó en nuestra lengua a estrecho. Su significado es pues apretar con fuerza, comprimir, ligar; y casi hasta la contradicción, siguen  suavizándose los significados: pasar rozando o raspando, lamiendo apenas, embotar, tocar, herir, arrancar, coger, recoger, refrenar, contener, ofender. Significados para todos los gustos. Del mismo lexema se forma stringor, stringoris que es el castañeteo de los dientes por el frío, la acción de dar diente contra diente.  

Como no sea por la absoluta libertad de significados que ostenta el verbo stríngere, es difícil dar el salto de ahí al prestigio. La fonética explica sin dificultad la caída de la segunda r, quedándonos en praestíngere. Pero es bastante difícil (demasiado fácil si atendemos a la absoluta disponibilidad) explicar cómo se fue a parar de ahí al embuste, al engaño, que es el denominador común de todas las formas originales del prestigio

La lógica nos manda más bien al verbo stigo, stigare, stigavi stigatum, que apenas se usó independiente, sino únicamente con el prefijo in, dando lugar al verbo instigar (instigare), cuyos sinónimos son azuzar, incitar, estimular, provocar. Por la vía de la instigación llegamos a la persuasión, a la sugestión, mucho más cerca del engaño. Como sustantivación análoga y muy próxima tenemos la de vestigium, que nos podría aportar alguna luz si esta misma palabra no fuese también de origen oscuro, emparentada quizás con stigma, pista que nos lleva hasta el verbo griego stizw (stítzo), que significa marcar (en especial las marcas que se hacían a hierro en los animales y en los esclavos; y las afines marcas de ignominia). Y éste sí que fue siempre territorio propicio al engaño. La manera más fácil de robar era poner uno su hierro en una res que no era suya. Y en cuanto a los esclavos, todos ellos llevaban la marca, el estigma de su esclavitud, un estigma que era preciso ocultar si huían o si conseguían la libertad. Por otra parte se les asignaba como connatural el papel de tramposos y embusteros: prestigiadores.