ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS QUE FORMAN LA IDEA DEL HOMBRE    Mariano Arnal Arnal


ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS 
QUE FORMAN LA IDEA
DE LA CIUDADANÍA

SOCIEDAD CIVIL  

Cuando uno piensa en parámetros políticos o sociológicos, a la hora de buscar un nombre que haga buena pareja con el adjetivo “civil”, el primero que se le ocurre es “sociedad”, quizá porque esta asociación léxica es de creación muy reciente, inventada nada más y nada menos que para oponerla a la clase política y al poder político en general; para delimitar una arbitraria distinción entre los derechos civiles y los derechos políticos. Tan flagrante es el saqueo que ha hecho la clase política de los derechos civiles y la usurpación de personalidad de la ciudadanía, que la lengua ha tenido que suplir con nueva terminología lo que la política (la acción ciudadana o civil por antonomasia) le ha robado a la ciudadanía.  

Así hemos de distinguir por una parte a los que han hecho de la carrera política (el cursus honorum que decían los romanos, y que es sólo uno de los grandes derechos de todo ciudadano, complementario del ius suffragii) una profesión, una ambición y en no pocos casos un negocio; y colocar en la parte de la barrera a los ciudadanos de a pie, como si se tratase de clases sociales contrapuestas. Y para reflejar esta oposición real, la lengua ha tenido que crear denominaciones distintas para ambos: la clase política por una parte, y la sociedad civil por otra, como si civil y político no fuesen una sola y misma cosa, pero dicha la primera en latín y la segunda en griego; como son la misma cosa el oculista y el oftalmólogo, el dentista y el odontólogo (como siempre, el lexema latino para lo más vulgar, y el griego para lo de más clase). 

Es posible que la resaca de la lucha de clases haya sido la responsable de que se haya rehuido oponer léxicamente la “clase civil” a la “clase política”, a fin de  evitar que las palabras lleven a los hechos, como tan a menudo ocurre. Así nos hemos quedado en la sociedad civil, un retorcimiento para evitar el nombre de ciudad (o devaluado éste, el de ciudadanía) que en rigor le corresponde. 

Pero la realidad es terca y deja al descubierto los eufemismos: resulta que para colmo de maniqueísmo se denomina “sociedad civil” no a la totalidad de los ciudadanos, sino únicamente a las agrupaciones de ciudadanos, a las que se quiere mantener a raya para que no hagan política (como si dijéramos, para que no hagan ciudad). ¿Y cuál es la manera de mantenerlas a raya? En primer lugar trazar la raya, y así se denominan Organizaciones No Gubernamentales. Son básicamente organizaciones NO. Pero el invento no funciona; la sociedad civil se empeña en hacer de tal y por consiguiente de hacer política o más bien contrapolítica.  

Pero es que siendo de naturaleza política, es decir ciudadana o cívica, se ven impelidas a entrar en el juego político (ciudadano), porque no puede ser de otro modo. Y juegan al escondite con el poder político, y a menudo se dejan querer por él. Pero se han conseguido corromper las ideas y las palabras de manera bastante como para que la “sociedad civil” sienta rubor de competir de cara con los políticos, como si no fuese igual de legítimo el gobierno de la ciudad por un orfeón o por un club deportivo, como por un partido político o por una partida de políticos. Es necesario romper ese monopolio para devolverle la política a la “polis” y la ciudad a la sociedad civil (es decir ciudadana).

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