ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS QUE FORMAN LA IDEA DEL HOMBRE    Mariano Arnal Arnal


ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS 
QUE FORMAN LA IDEA
DE LA CIUDADANÍA

CIVIL 

Era inevitable que un nombre como la cívitas, que representaba una realidad que ocupaba buena parte de la vida de la comunidad por ser piedra angular de la convivencia, tuviese su adjetivo (de hecho dos adjetivos, distintos en forma y en connotaciones significativas), con que apellidar un número importante de nombres de acciones e instituciones que debían llevar necesariamente el sello de la comunidad y de sus reglas de la convivencia. Lo primero que se observa al comparar la compatibilidad de este adjetivo en las lenguas de nuestro entorno cultural y el latín, es que ha retrocedido de forma muy considerable. Nuestras lenguas apenas son capaces de casar el adjetivo civil con una docena de nombres; en cambio en latín la lista es ilimitada. Aunque haya caído en desuso esta línea significativa, conviene recordar que civil es sinónimo de amable, cortés, correcto, educado, sociable, urbano, atento, y se aplica a las personas que se comportan como es debido en sus relaciones con los demás. Sus opuestos, incivil o incívico, vil, mezquino, grosero. 

Lo más sorprendente son las oposiciones que hemos establecido, y que nos advierten de otras tantas líneas de significado. Así tenemos la sociedad civil opuesta a la sociedad política (oposición sumamente sospechosa); abundando en esta grave incongruencia y arbitrariedad léxica, tenemos la oposición entre derechos civiles y derechos políticos (como si “civil” no viniera de cívitas, que es la ciudad, y “político” no viniera de polis, que sigue siendo la misma e idéntica ciudad. Luego tenemos la oposición de civil frente a eclesiástico, religioso o clerical (aquí se inscribe el matrimonio civil) y frente a militar (en este contexto se habla de arquitectura civil); la oposición jurídica entre civil y penal; para la guerra, la oposición entre civil y exterior; el año y el día civil se refieren a la cuenta distinta de años y días en la liturgia y en otros ámbitos. Es de notar también la oposición entre la jurisdicción civil y la eclesiástica y militar cuando las había. Entre las expresiones curiosas nos queda la de la muerte civil para el que ha perdido por interdicto sus derechos civiles. 

A través del plural latino civiles se comprueba que no ha variado la palabra al pasar al español, que la raíz es la misma y lo único que varía es la declinación. Lo que sí se diferencia en cambio es su amplitud de aplicaciones en latín: para los romanos el ejército era civil (la principal articulación de la ciudadanía), por eso lo llamaban civilis exércitus; y en la misma línea, el botín de guerra recibía el generoso adjetivo de civil, es decir de los ciudadanos: civilis praeda; civilis victoria es la victoria sobre un ciudadano (por oposición a los que no lo son). Civilis vir era para los romanos el hombre político (el zwon politikon / zóon politikón), el “animal político” que daba Aristóteles como definición del hombre. Rationes rerum civilium (las razones de las cosas civiles) llamaba Cicerón a las teorías políticas; y el mismo, cuando hablaba a título de ciudadano y no de particular, usaba la expresión pro civili parte (=por parte civil). Res civiles eran las cuestiones políticas (las de los ciudadanos), y civilis oratio el discurso político. En cuanto a los significados de popular, amable, sociable, atento, cortés, etc. coincide con la línea arriba apuntada en español, ya en desuso. Y siguiendo la paradoja de la oposición que hemos inventado entre civil y político, tenemos que al parentesco civil (la civilis cognatio) hemos preferido llamarlo político; por eso llamamos eufemísticamente a la suegra “madre política”.

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