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 INDICE - LÉXICO - ETIMOLOGIAS - ORIGEN DE LAS PALABRAS

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MIRAR

Las distinciones entre llevar y traer, oír y escuchar, ver y mirar no las tienen todas las lenguas. El latín concretamente, no tiene esta última distinción; aunque, claro está, no le faltaban recursos léxicos para expresarla. Nuestro verbo ver lo hemos obtenido de vídeo, videre, vidi, visum, y conservamos invariable su significado. Y para el mirar hemos recurrido a la raíz mir-, que se desarrolla en primer lugar en el verbo miror, miraris, miratus sum, que significa maravillarse, asombrarse, mirar con admiración, extrañarse, admirarse. Es un verbo deponente (en español las traducciones resultan reflexivas), lo que determina una especial implicación del sujeto en la acción; es decir que la admiración depende más del sujeto que quiere admirarse de algo, que del objeto, que puede ser o no digno de esa admiración. En el mismo entorno léxico tenemos miráculum, que ha evolucionado a milagro y que obviamente denomina aquello que es admirable, digno de admiración, y que por serlo lo percibimos como un portento, un prodigio, una maravilla, un milagro.

A las demás palabras derivadas de miror, empezando por el mismo verbo, les hemos colocado el prefijo ad- para distinguirlas de mirar. Ad-mirar (mirari), ad-mirable (mirábilis), ad-miración (miratio), ad-mirador (mirator), admirablemente (mire). La única que conservamos en la forma latina, sin prefijo, es mirífico (miríficus), un evidente cultismo compuesto de mirus y facio. Por eso mirífico es el que o aquello que hace maravillas, cosas extraordinarias y prodigiosas. Derivan igualmente de este verbo mirror y mirall (espejo).

Está claro que si en español compusimos el verbo mirar a partir del latino miror, que significa admirarse, es porque hay efectivamente un elemento de admiración en el verbo: en efecto, lo que se mira es una selección de lo que se ve. Se para uno a mirar aquello que le llama la atención. Es de suponer que en un principio el verbo mirar se usó en español con el significado latino de admirar, y que luego paulatinamente ampliaría este concepto a las formas más nimias de admiración, hasta llegar a extenderlo a todo aquello que de cualquier forma atrae el interés del sujeto.

Vale la pena detenerse a hacer una reflexión sobre el espejo, que en español conserva la raíz latina spéculum, y que en catalán (mirall) y en inglés (mirror) se sujeta al verbo miror. Esto nos pone sobre la pista de una evidencia léxica, y es que los espejos no se inventaron para mirarse, sino para admirarse; que del verbo que en latín expresa la admiración se obtuvo esta palabra cuando se desvió del original latino que está construido sobre la species, que es la hermosura, la belleza. Y es una lástima que lo olvidemos. Los antiguos inventaron el espejo para ayudarnos a querernos, a admirarnos a nosotros mismos. No está nada mal. Y en español pusimos el verbo mirar (en principio, admirar) a pleno uso, porque la capacidad de admiración de nuestros antepasados era muy superior a la nuestra; eso representa que en cuanto a percepción hemos retrocedido considerablemente con respecto a ellos.

Mariano Arnal

 


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