MARRANO
Todos los indicios
apuntan a que nuestro término marrano procede del
árabe (incluso a la marrana de la noria, que nos la
trajeron los árabes, a las tablas del fondo del pozo, a
los maderos de las ruedas hidráulicas y al tablero de las
prensas de los molinos de aceite, llamados todos ellos
marranos, es difícil asignarles otro origen; al fin y
al cabo fueron los árabes los que desarrollaron en España
esas tecnologías). ¿Con qué significado? Los etimologistas
no se pronuncian sobre ello. Sí que se han interesado en
cambio por el significado de este término aplicado a los
judíos y árabes conversos que seguían practicando en
secreto su religión y sus ritos, los judíos o sarracenos
vergonzantes.
Hay que apuntar que
el cerdo (que abunda en nombres) es el último llegado a
esta denominación. Los primeros llegados fueron los falsos
conversos del judaísmo y del islamismo. Para ellos se
inventó el nombre. Luego se extendió por analogía a toda
persona que se comportaba con doblez y con bajeza. Y
finalmente, por escarnecer a los musulmanes y judíos, se
asignó al cerdo el nombre de aquellos que tanto lo
despreciaban y vilipendiaban porque las respectivas
religiones lo declaran impuro y prohíben su consumo. Y de
vuelta a su valor humano, se asignó el apelativo de
marrano a la persona sucia por su analogía con el
cerdo. Es decir que entre las personas, más marrano
(y cerdo) es el que se porta y procede con bajeza, que
quien es poco aseado.
En cuanto al origen
de esta palabra hay división de opiniones: etimologistas
hay que asignan la palabra árabe mahram = cosa
prohibida, como origen del marrano. Tuvo también
sus secuaces la etimología según la cual el origen de este
término estaría en las palabras arameas maran ata
que emplea san Pablo con el significado de anatema: Si
alguien no ama a nuestro Señor Jesucristo, sea anatema:
Maran atha. Sin embargo la evolución fonética no apoya
esta etimología. En ambos casos el trasfondo es religioso,
es decir que se llama así a la persona maldita, proscrita,
excomulgada, y así se llama en los reinos cristianos de la
península ibérica en los siglos XIV y XV a los judíos y
musulmanes conversos que profanaban la religión cristiana
practicando al mismo tiempo en secreto su anterior
religión, por lo que eran profundamente odiados y
despreciados. Este trasfondo sigue manteniéndose en la
palabra, aunque muy atenuado.
No hay que echar en
olvido la raíz prerromana marrán o marán que
designaba al carnero (recordemos el ariete, de aries,
como elemento mecánico), que dio en español primero
marueco y luego morueco. Es lo más probable que
no tuviese ninguna influencia en la formación de la
palabra y el concepto de marrano. Sin embargo está
ahí en el entorno léxico, junto con el latín mas, maris,
macho (de la que procede nuestro término marido).
Igual que los campos magnéticos, los campos léxicos
también componen y equilibran sus fuerzas, por lo que no
es ocioso definir este entorno.
La incógnita que
plantea esta palabra es si no experimentará un
resurgimiento como consecuencia del preocupante choque de
la cultura cristiano-occidental y la islámica, que traerá
consigo un nuevo marcaje de las personas.
Mariano Arnal