INDISCIPLINA
La palabra se forjó
en el ejército, como contrario de
disciplina,
porque era un fenómeno real al que habían de hacer frente.
Los tratadistas reconocían dos hechos fundamentales: que
la indisciplina
podía arruinar el ejército, dejándolo incapacitado
para cumplir sus objetivos; y que si la sociedad en que
está el ejército es indisciplinada, es muy difícil que el
ejército sea disciplinado. La palabra y el concepto de
indisciplina
toman cuerpo en el ejército por la necesidad vital que
éste tiene de perseguirla y castigarla. La formación de la
palabra no tiene misterio: sobre el positivo
disciplina, que
sí lo tiene (ver web), se forma el negativo añadiéndole el
prefijo in-.
Lo realmente
problemático es que en la escuela, a fuerza de despreciar
y denigrar la disciplina escolar como una marca fascista y
clerical, se haya ido a la exaltación y al cultivo de la
indisciplina,
con un empeño especial en demostrar que el buen pedagogo
no necesita ayudarse de la disciplina para conseguir que
le funcione la clase. Hay que advertir que esas ideas
tienen su máxima expresión en la enseñanza primaria, y que
son rara avis
los profesores de secundaria que actualmente se abonen a
ellas.
Hemos pasado de un
extremo a otro: en la escuela antigua, ya en la escuela
preescolar (de 3 a 5 años) se entrenaba a los niños en la
disciplina: se les ponían tareas de lectura, escritura y
cuentas, entre otras cosas porque se presuponía que había
que entrar en el primer curso de primaria sabiendo ya
leer, escribir, contar, sumar y restar; pero sobre todo se
contaba con que el niño que entraba en la escuela tenía
que estar bien entrenado en la disciplina escolar, y ser
capaz de aguantar horas sentado en su pupitre atendiendo
al maestro y haciendo sus tareas escolares en silencio.
La comunidad escolar
se rasgó las vestiduras por semejante barbaridad, y tocó a
rebato contra esa profunda obsesión por la disciplina. Era
preciso un cambio de cultura: para lo que aprendían en la
escuela, tanto la preescolar como la primaria, no era
necesaria ni esa disciplina, ni siquiera la disciplina,
que pasó a ser palabra tabú. Se inauguró por tanto la era
de la enseñanza lúdica.
Era la consigna de moda: enseñar divirtiendo. Tan
virulenta fue la cruzada, que sopló con fuerza incluso en
la escuela secundaria, produciendo en ella los efectos de
un vendaval. ¡Con tanta indisciplina ni siquiera se fue
capaz ya de divertirlos!
Una clase en silencio
se convirtió en sospechosa de estar llevada con métodos
reaccionarios; la
indisciplina pasó a ser una virtud en los
maestros. Eran los aires de libertarismo que soplaban con
fuerza después de la muerte del dictador. Son un par de
decenios de insistente entrenamiento y creciente prestigio
de la indisciplina.
Pero tal como se
avanza en cursos, hay más tarea que hacer en la escuela, y
más necesaria es la disciplina, de manera que sin ella no
hay manera de hacer nada. Añadirle dos cursos a la
enseñanza obligatoria es retener y enconar la
indisciplina
acumulada a lo largo de toda la enseñanza. ¡Lo que
faltaba!
Mariano Arnal