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DEPURACIÓN

Es éste un término muy moderno que tuvo su primera implantación sólida en la política, y de ahí pasó a la industria. La primera oleada de depuraciones que conoce nuestra lengua es la que se produce en España a partir de 1823, para apartar de sus cargos a los funcionarios civiles y militares que colaboraron con los enemigos del absolutismo desempeñando sus cargos durante el trienio constitucional. A los que se encontraba limpios de culpa y continuaban por ello en sus puestos, se les llamó puros, recibiendo por el contrario el nombre de impurificados o impuros, los que seguían a la espera de ser depurados. Es a ese tipo de purificación al que se refieren los políticos cuando exigen depurar responsabilidades. De casta le viene al galgo. Francia conoció la depuración en 1944 contra los 11.000 funcionarios colaboracionistas (esta cifra nos recuerda a las 11.000 vírgenes); en Alemania la depuración fue más bien testimonial, pues no había manera de desnazificar a los siete millones de miembros del partido nacionalsocialista, diseminados en todo el tejido del estado. Cuando la revolución rusa se propuso sus campañas de depuración fue más drástica: sus depuraciones adoptaron la forma y el nombre de purgas; los liquidaban.

Y junto a esa depuración política, casi en paralelo, se desarrolló el concepto de depuración industrial. Se aplicó primero este nombre a la operación de separar de los mostos las heces contenidas después de prensada la uva. Y luego se aplicó a la agregación de reactivos al agua, a fin de provocar el precipitado de las materias en suspensión para su decantación. Ésta fue la forma primitiva de depuración del agua, que se perfeccionó luego con nuevas técnicas de centrifugación y radiación. Pero ese fue sólo el principio de la depuración, que se aplicaba sólo a las aguas de uso alimentario, doméstico, agrícola e industrial, devolviéndose éstas a la tierra, al río o al mar tal como salían después de utilizadas, mezcladas con grandes cantidades de desechos. La naturaleza, capaz de depurar por sí misma sin ayuda del hombre notables cantidades de elementos contaminantes, fue capaz de depurar los vertidos de la industria mientras éstos fueron moderados (una gota de agua en el océano). Pero la capacidad depuradora de la naturaleza, con ser enorme, tiene límites; y la frenética industrialización rebasó estos límites. Así que fue preciso pensar también en la depuración de las aguas residuales y demás vertidos.

Del mismo modo que una fosa séptica puede durar indefinidamente mientras el ritmo de aportación de detritus y agua sea proporcionado a su capacidad, inutilizándose ésta totalmente por saturación si se rebasan esos límites, así también los sistemas de depuración del suelo, de las aguas y de la atmósfera pierden su capacidad depuradora si los vertidos rebasan los límites. Y eso es lo que produjo la industrialización. Fue preciso por tanto desarrollar e imponer técnicas de depuración para preservar el medio natural.

Ahora bien, tanto por su inmensa extensión como por su naturaleza, los mares han mostrado la máxima resistencia a la contaminación. Es como si llevasen incorporadas ingentes cantidades de cloro que eviten la putrefacción del agua; tal es la función del cloruro sódico. Prueba de ello es que en los zoológicos marinos los peces enferman gravemente cuando se les depura el agua.

Mariano Arnal

 


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