Siendo obligatoria la asistencia a la escuela, es evidente que el peor atentado contra ese precepto es la ausencia sistemática; no la ocasional, sino la que resulta de una actitud, de una firme voluntad de faltar. Precisamente a ese aspecto de actitud y de persistencia en ella, responde la desinencia –ismo. Se llama absentista por tanto al alumno que hace lo que puede por no asistir a la escuela: no falta ocasionalmente, sino que asiste tan sólo ocasionalmente. El caso más extremo es el del alumno que ha sido asignado a un centro, y ahí está matriculado y lo tiene el profesor en su lista, pero que no asiste nunca.

Esta palabra es un cultismo de los que tanto gusta la normativa escolar. Procede del latín absens absentis (ausente, separado, lejano), que da lugar al sustantivo absentia (ausencia). Es el participio presente de absum, abesse, abfui, compuesto de sum, esse, fui. Significa estar alejado, estar a una cierta distancia. Se construye a menudo con los adverbios longe y procul (lejos): haud longe abesse oportet, no conviene estar lejos. A partir de este significado, se desarrollan los de faltar, echar de menos, ser ajeno o contrario a una cosa. De ahí la interjección ¡absit! (3ª pers. sing. pres. subj.), que denota deseo de que no suceda o no se haga algo, y equivale a "Dios no quiera", "lejos de mí, de ti, etc.": Absit a me ut sic agam, ¡Dios me libre de obrar así!

El verbo sum es de estado, y por consiguiente sus compuestos se mantienen en ese ámbito significativo: todos ellos significan estar en un lugar u otro, de una manera u otra. En nuestro caso, el prefijo ab es una preposición que se emplea para indicar punto de partida, origen o procedencia, alejamiento, separación de un punto determinado en el espacio o en el tiempo, en sentido real o figurado.

Es probable que el término ausente haya entrado en nuestro léxico por el hecho de pasar lista: una actividad propia de los cuarteles que se trasladó a la escuela. Hoy, cuando se pasa lista, el nombrado responde "sí", "yo", "aquí", o simplemente levanta la mano. Pero en el ejército la respuesta no es a elegir: hay que decir "presente". Y puesto que en una lista la presencia se supone, ésta no se consigna; sí en cambio la ausencia. De ahí que en las listas se anotase "ausente" en los pocos casos en que faltaba alguien, y esa era la única palabra que en ellas se escribía.

El salto de ausente a ausentista no se hubiese podido dar en el ejército. Sí se da en cambio en el trabajo, siempre en empresas grandes, allí donde no hay capacidad o voluntad de exigirle a cada uno el fiel cumplimiento de sus deberes, y en la escuela de forma muy grave desde que la asistencia es obligatoria.

Hemos olvidado de todos modos que si se pasa lista es precisamente para evitar el absentismo, no para constatarlo y no hacer nada. De ahí hay que deducir que para que medre el absentismo en la escuela o en la empresa, es necesaria la colaboración pasiva de quien lleva el control de la asistencia.

Mariano Arnal