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Galileo
(Galileo Galilei) (1564-1642), físico y astrónomo
italiano que, junto con el astrónomo alemán Johannes
Kepler, comenzó la revolución científica que culminó
con la obra del físico inglés Isaac Newton. Su nombre
completo era Galileo Galilei, y su principal
contribución a la astronomía fue el uso del telescopio
para la observación y descubrimiento de las manchas
solares, valles y montañas lunares, los cuatro
satélites mayores de Júpiter y las fases de Venus. En
el campo de la física descubrió las leyes que rigen la
caída de los cuerpos y el movimiento de los
proyectiles. |
En la historia de la cultura,
Galileo ha pasado a representar el símbolo de la lucha contra la
autoridad y de la libertad en la investigación.
Nació cerca de Pisa el 15 de
febrero de 1564. Su padre, Vincenzo Galilei, ocupó un lugar
destacado en la revolución musical que supuso el paso de la
polifonía medieval a la modulación armónica. Del mismo modo que
Vincenzo consideraba que las teorías rígidas impedían la
evolución hacia nuevas formas de música, su hijo mayor veía la
teología física de Aristóteles como un freno a la
investigación científica. Galileo estudió con los monjes en
Vallombroso y en 1581 entró en la Universidad de Pisa para
estudiar medicina. Al poco tiempo cambió sus estudios de medicina
por la filosofía y las matemáticas, abandonando la universidad
en 1585 sin haber llegado a obtener el título. Durante un tiempo
dio clases particulares y escribió sobre el movimiento
hidrostático y natural, pero no llegó a publicar nada. En 1589
trabajó como profesor de matemáticas en Pisa, donde se dice que
demostró ante sus alumnos el error de Aristóteles, que afirmaba
que la velocidad de caída de los cuerpos era proporcional a su
peso, dejando caer desde la Torre inclinada de esta ciudad dos
objetos de pesos diferentes. En 1592 no le renovaron su contrato,
posiblemente por oponerse a la filosofía aristotélica. Ese mismo
año fue admitido en la cátedra de matemáticas de la Universidad
de Padua, donde permaneció hasta 1610.
En Padua, Galileo inventó un
'compás' de cálculo que resolvía problemas prácticos de
matemáticas. De la física especulativa pasó a dedicarse a las
mediciones precisas, descubrió las leyes de la caída de los
cuerpos y de la trayectoria parabólica de los proyectiles,
estudió el movimiento del péndulo e investigó la mecánica y la
resistencia de los materiales. Apenas mostraba interés por la
astronomía, aunque a partir de 1595 se inclinó por la teoría de
Copérnico (véase Astronomía: La teoría de Copérnico), que
sostenía que la Tierra giraba alrededor del Sol desechando el
modelo de Aristóteles y Tolomeo en el que los planetas giraban
alrededor de una Tierra estacionaria. Solamente la concepción de
Copérnico apoyaba la teoría de las mareas de Galileo, que se
basaba en el movimiento de la Tierra. En 1609 oyó decir que en
los Países Bajos habían inventado un telescopio. En agosto de
ese año presentó al duque de Venecia un telescopio de una
potencia similar a los modernos prismáticos binoculares. Su
contribución en las operaciones navales y marítimas le supuso
duplicar sus ingresos y la concesión del cargo vitalicio como
profesor.
En diciembre de 1609 Galileo
había construido un telescopio de veinte aumentos, con el que
descubrió montañas y cráteres en la Luna. También observó que
la Vía Láctea estaba compuesta por estrellas y descubrió los
cuatro satélites mayores de Júpiter. En marzo de 1610 publicó
estos descubrimientos en El mensajero de los astros. Su fama le
llevó a servir como matemático en la corte de Florencia, donde
quedó libre de sus responsabilidades académicas y pudo dedicarse
a investigar y escribir. En diciembre de 1610 pudo observar las
fases de Venus, que contradecían a la astronomía de Tolomeo y
confirmaban su aceptación de las teorías de Copérnico.
Los profesores de filosofía se
burlaron de los descubrimientos de Galileo, dado que Aristóteles
había afirmado que en el cielo sólo podía haber cuerpos
perfectamente esféricos y que no era posible que apareciera nada
nuevo. También discrepaba Galileo de los profesores de Florencia
y Pisa sobre la hidrostática, y en 1612 publicó un libro sobre
cuerpos en flotación. Como respuesta, inmediatamente aparecieron
cuatro publicaciones que atacaban a Galileo y rechazaban su
física. En 1613 escribió un tratado sobre las manchas
solares y anticipó la supremacía de la teoría de Copérnico. En
su ausencia, un profesor de Pisa les dijo a la familia de los
Médicis (que gobernaban Florencia y mantenían a Galileo) que la
creencia de que la Tierra se movía constituía una herejía.
En 1614, un cura florentino
denunció desde el púlpito a Galileo y a sus seguidores. Éste
escribió entonces una extensa carta abierta sobre la irrelevancia
de los pasajes bíblicos en los razonamientos científicos,
sosteniendo que la interpretación de la Biblia debería ir
adaptándose a los nuevos conocimientos y que ninguna posición
científica debería convertirse en artículo de fe de la Iglesia
católica.
A principios de 1616, los libros
de Copérnico fueron censurados por un edicto, y el cardenal
jesuita Roberto Belarmino dio instrucciones a Galileo para que no
defendiera el concepto de que la Tierra se movía. El cardenal
Belarmino le había avisado previamente de que sólo tuviera en
cuenta sus ideas como hipótesis de trabajo e investigación, sin
tomar literalmente los conceptos de Copérnico como verdades y sin
tratar de aproximarlos a lo escrito en la Biblia. Galileo guardó
silencio sobre el tema durante algunos años y se dedicó a
investigar un método para determinar la latitud y longitud en el
mar basándose en sus predicciones sobre las posiciones de los
satélites de Júpiter, así como a resumir sus primeros trabajos
sobre la caída de los cuerpos y a exponer sus puntos de vista
sobre el razonamiento científico en una obra sobre los cometas,
El ensayador (1623).
En 1624 Galileo empezó a
escribir un libro que quiso titular Diálogo sobre las mareas, en
el que abordaba las hipótesis de Tolomeo y Copérnico respecto a
este fenómeno. En 1630 el libro obtuvo la licencia de los
censores de la Iglesia católica de Roma, pero le cambiaron el
título por Diálogo sobre los sistemas máximos, publicado en
Florencia en 1632. A pesar de haber obtenido dos licencias
oficiales, Galileo fue llamado a Roma por la Inquisición a fin de
procesarle bajo la acusación de "sospecha grave de
herejía". Este cargo se basaba en un informe según el cual
se le había prohibido en 1616 hablar o escribir sobre el sistema
de Copérnico. El cardenal Belarmino había muerto, pero Galileo
facilitó un certificado con la firma del cardenal, según el cual
no sufriría en el futuro ninguna otra restricción que no fueran
las que para todo católico romano contenía un edicto de 1616.
Este escrito no pudo ser rebatido por ningún documento, pero
Galileo fue obligado a abjurar en 1633 y se le condenó a prisión
perpetua (condena que le fue conmutada por arresto domiciliario).
Los ejemplares del Diálogo fueron quemados y la sentencia fue
leída públicamente en todas las universidades.
La última obra de Galileo,
Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos ciencias
nuevas, publicada en Leiden en 1638, revisa y afina sus primeros
estudios sobre el movimiento y los principios de la mecánica en
general. Este libro abrió el camino que llevó a Newton a
formular la ley de la gravitación universal, que armonizó las
leyes de Kepler sobre los planetas con las matemáticas y la
física de Galileo. Antes de la publicación de esta obra, Galileo
se quedó ciego y murió el 8 de enero de 1642 en Arcetri, cerca
de Florencia.
La contribución más famosa de
Galileo a la ciencia fueron sus descubrimientos de la física de
las mediciones precisas, más que los principios metafísicos y la
lógica formal. Sin embargo tuvieron más influencia sus libros El
mensajero de los astros y el Diálogo, que abrieron nuevos campos
en la astronomía. Más allá de la ciencia, ha quedado el papel
de Galileo como defensor de la investigación científica sin
interferencias filosóficas y teológicas. Desde la publicación
de la documentación completa del juicio contra Galileo en 1870,
toda la responsabilidad de la condena a Galileo ha recaído
tradicionalmente sobre la Iglesia católica de Roma, encubriendo
la responsabilidad de los profesores de filosofía que
persuadieron a los teólogos de que los descubrimientos de Galileo
eran heréticos. Juan Pablo II abrió en 1979 una investigación
sobre la condena eclesiástica del astrónomo para su posible
revisión. En octubre de 1992, una comisión papal reconoció el
error del Vaticano. |