CUANDO
LOS HIJOS EMPRENDEN EL VUELO.
Para algunos padres, el momento de la emancipación
del último hijo que vivía en casa, es uno de los de
mayor vulnerabilidad.
Cuando
los hijos inician su vuelo propio para dejar el nido,
surge uno de los momentos de mayor fragilidad, desde
el punto de vista psicológico, para presentar un
cuadro depresivo, y es cuando se plantea uno de los
períodos más difíciles para aquellas mujeres que
han construido su proyecto vital sobre la base de una
familia regular.
Existe una época de la vida de algunas mujeres,
fundamentalmente a partir de los 50 años, en que el
alejamiento de los hijos al independizarse las hace
reflexionar sobre su lugar propio en este mundo y
sobre la validez de su aspiración vital. Aunque este
síndrome puede afectar por igual al padre y a la
madre, suele repercutir especialmente en la madre,
sobre todo si no ha trabajado fuera del hogar y el
cuidado de sus hijos no era únicamente su papel
central, sino el exclusivo. Las resultas de esta
situación, a menudo se producen en mujeres que no
aprendieron a complacerse en sus vidas, porque
pensaban, así se lo inculcaron sus padres, que su
labor en el hogar era su misión fundamental, y no
cuidaron de sí mismas o de buscar algunas
compensaciones a tanto desvelo. Es lo mismo que puede
ocurrir a aquellas personas que se dedican a cuidar a
un enfermo (familiar, padre o hermano) durante toda su
vida y que el día que éste se muere deja un vacío
total en su existencia.
Las madres sienten el vacío del nido como un vacío
en su identidad. Al no haber construido otros espacios
de desarrollo personal, muchas mujeres carecerán de
actividad y hasta se sentirán inútiles al no tener
ya la responsabilidad de velar por los hijos. Por lo
general, los hombres no sufrirán estos mismos efectos
ya que el rol masculino está socialmente construido
sobre otros pilares. En el caso del padre, el riesgo
se incrementa cuando coincide la emancipación de sus
hijos con la jubilación laboral. Sucede, pues, esto
con una razonable exclusividad en las personas que habían
convertido su papel de padres y educadores en el
factor fundamental de sus vidas, dejando a un lado
otras funciones igualmente importantes.
Durante muchos años el rol fundamental de la mujer ha
sido el de madre, y la relación con los hijos
constituye una parte muy importante de su identidad
femenina. Una persona que ha hecho de la formación de
sus hijos el "leiv-motiv" de su vida corre
el riesgo de morir de éxito cuando los hijos
abandonan el hogar en busca de la independencia. Este
hecho, que en un principio debería ser vivido como un
rotundo triunfo y, en algunos casos, como un tremendo
alivio, pasa a dejar un vacío tanto físico como,
sobre todo, motivacional en la vida de estas personas.
El mayor tiempo libre con el que cuentan en la nueva
situación es vivido desde la anhedonia y la carencia
de un papel sustitutivo inmediato para hacer que
aparezcan sentimientos de inutilidad. A menudo, a
estos se les añade el sentimiento de soledad, la
percepción súbita del paso de los años y la
obligatoriedad de recuperar un papel de pareja que
probablemente no se ha trabajado durante muchos años.
Y, en definitiva, qué significa eso del Síndrome del
nido vacío ? Yo lo entiendo como una desadaptación,
un mal afrontamiento de una situación social-actual,
y que puede etiquetarse como un trastorno afectivo
enmascarado, de características depresivas donde
reinan los sentimientos de tristeza y de pérdida. Las
mujeres que lo padecen muchas veces no son conscientes
de lo que les pasa, sino que acuden a la consulta del
médico por dolencias físicas, aunque suelen
delatarse con expresiones como: "la casa está
vacía", "me falta algo", "hay un
silencio deshabitual", etc. El ser consciente de
la situación es ya un paso hacia la adopción de
medidas correctoras que supongan el afrontamiento de
la situación.
¿Qué pasa con esos crueles pichones, capaces de
abandonar el nido que los alimentó y les dio cobijo?
Por lo general son conscientes del sufrimiento que
provoca su vuelo, pero c´est la vie… y aunque cada
día se observa una mayor tendencia de las personas de
llegar a la edad adulta y continuar dependiendo de la
casa paterna, ellos trabajarán por una creciente
independencia que les llevará a fundar su propio
nido, c´est la vie.
Pese a todo hay madres a las que les cuesta afrontar
la separación física y emocional de sus hijos,
porque han vivido durante muchos años angustiadas por
el temor del abandono y el rechazo de sus hijos si no
cumplían con rigor bíblico el papel de abnegadas y
perfectas madres.
A este respecto sólo se puede aconsejar el comprender
la inevitabilidad del proceso, lo mismo que la
aceptación de los años y del cambio en el aspecto físico
de la persona; Aunque también hay madres que sí
logran superar los efectos que este fenómeno familiar
podría haber ocasionado. Son aquellas que viven esta
situación de forma natural, sin trauma. Son madres
capaces de trabajar en su crecimiento personal para
poder contar con proyectos personales propio, sin
esperar a que sus hijos cubran los vacíos afectivos
que pueda tener, para no sentirse abandonadas ni
rechazada.
En
definitiva, se trata de madres que han aprendido que
desde el principio hay que crecer con los hijos y
saber adaptarse a sus distintas evoluciones, y que
atribuyen a la situación otra significación (en vez
de pérdida lo ven como un periodo de creciente
libertad y posibilidad de autodesarrollo).
Manuel
Sotillo Hidalgo |