DIOS-EL
SEÑOR
(Continuación)
El pasado domingo expliqué cómo la palabra Dios la
hemos tomado de una de las formas del nombre griego de Júpiter, mientras el contenido, el
concepto que encierra la palabra, lo hemos tomado del pueblo hebreo, que emplea
básicamente dos nombres para referirse a Dios : "Eloim", que
aparece profusamente en la Biblia como nombre común, aplicado también a los dioses de
los pueblos vecinos, y "Yahvé" según la lectura de unos o "Jeová"
según la lectura de otros, como nombre propio, exclusivo del Dios de Israel.
Nos toca averiguar ahora qué decían los hebreos cuando decían
"Señor" o "El Señor" y qué decimos o qué
entendemos nosotros cuando usamos esas mismas expresiones.
Una consideración previa: la analogía. Las palabras dicen,
y los hablantes intentamos decir; y acertamos o no acertamos con la palabra justa. Por eso
es muy difícil fijar el sentido de las palabras (y más cuando se trata de
palabras tan universales y con una carga tan pluricultural y por tanto tan polisémica
como ésta), debido sobre todo a que cuando una misma palabra se aplica a realidades
diferentes, juega un papel importante la analogía, es decir que denominamos con la
misma palabra cosas que no son iguales, sino que se parecen.
En primer lugar hay que decir que en todas las lenguas de nuestro
ámbito cultural, hubo una línea divisoria en una parte de la cual estaban Dios y
los señores, y en la otra el hombre y los esclavos. Es decir, la palabra
"señor" valía tanto para denominar a Dios como al dueño de hombres, y la
palabra "hombre" era sinónimo de esclavo y sus formas evolucionadas (por eso
Don Quijote se enfada tantísimo cuando le llaman "buen hombre" a él que es un
caballero).
Con la Revolución Francesa acabó de borrarse en el plano
conceptual esa línea divisoria, desapareciendo la antigua dualidad nobles y plebeyos, que
era una forma ya muy evolucionada y suavizada de la originaria división de
la humanidad en señores y esclavos (hombres poseedores de hombres y
hombres poseídos por hombres). A partir de ahí, al fusionarse en una sola las dos clases
de hombres, se nos desdibujan los referentes y se nos hace más difícil todavía saber
quién es "El Señor".
(seguiremos intentándolo el próximo "Día
del Señor")