Esta palabra la hemos heredado de los romanos, pero la
hemos vaciado considerablemente, puesto que estamos en un sistema de vida y de valores
diametralmente opuesto.
In - amicus, no-amigo. Así es como nació esta palabra, ése es su
origen. Eso era para un romano un enemigo. Simplemente alguien con el que no estaba
obligado a nada, porque ni era de los suyos, ni se había obligado a él mediante ningún
pacto, y por consiguiente ya tenía alguien a quien violentar y saquear. Si no hubiese
sido así, si Roma para emprender una guerra hubiese tenido que esperar a que la atacasen,
nunca se hubiese formado el Imperio.
Esa misma es la palabra que nosotros utilizamos en un sentido mucho más restringido.
En nuestra cultura y en nuestro sistema de valores, enemigo es el que te agrede, el
que busca tu perdición, no el que te es indiferente.
Naturalmente que tuvo que evolucionar la palabra y restringir su significado en la
misma Roma, puesto que al haber extendido el imperio hasta el límite, prácticamente no
quedaron fuera "enemigos", y porque por la propia inercia de las cosas, a medida
que desaparecín los enemigos externos, surgían los internos. Y ahí sí que entraba en
juego la enemistad.
La misma realidad, con distintos matices, que pronto se desdibujaron, contaba con un
par de nombres más hostis, del que proceden hostil, hostilidad,
hostigamiento, y rivalis, con rivalidad y rivalizar como derivados.
Hostis parece que comparte origen con ostium, que significa
puerta (y que a su vez parece derivar de os, oris, que significa boca) y en su
origen significa peregrino, extranjero, en realidad aquel por quien se han puesto las
puertas en la ciudad. Y de ahí, enemigo, rival. Un derivado interesante de hostis
es hostio, hostire, que significa represaliar, hostigar, reprimir y también
compensar. Y de ahí hostia, que es la víctima de un sacrificio (sin
excluir al hombre de esta condición). Un laberinto que lleva finalmente a la inmolación
del forastero, que es ofrecido como víctima propiciatoria a los dioses patrios.
Finalmente rival, procedente de rivus, que se convertirá en
nuestra lengua en río y ribera, tiene como origen histórico el término latino rivales
(así en plural, porque es un nombre colectivo) con el que se denominaba a los que tenían
derecho al agua de un mismo arroyo. Gente que formaban parte de un colectivo contra el
que no podían romper nunca las hostilidades, porque no podían prescindir del agua, y sin
embargo litigaban duramente para defender sus derechos y evitar los abusos de los otros
rivales. A partir de ahí se entiende toda rivalidad.