Este nombre tiene la virtud de entenderse su
sugnificado directamente en nuestra lengua, por lo que induce a suponer que quien lo lleva
goza de un carácter bondadoso, comprensivo, amable; y uno espera encontrar en él las
virtudes que acompañan a la clemencia y que de ella derivan. No sólo eso, sino que quien
lo lleva consciente de su significado y del valor añadido que han aportado al nombre los
que antes que él lo han llevado, se siente inclinado en mayor o menor grado a ser
consecuente con lo que significa, de manera que cada vez que se deje llevar por la ira,
por la venganza o por otros sentimientos que le desdicen de su nombre, tendrá la
sensación de que esos comportamientos son impropios de él.
San Clemente I fue el tercer Papa de la cristiandad. Le
nombra San Pablo en su carta a los cristianos de Filipo, y él mismo hubo de escribirles
una carta reconviniéndoles para que se comportaran conforme a las enseñanzas de Cristo.
Les recomienda enérgicamente que se dejen de envidias y celos, que no son propios de
cristianos, y practiquen la humildad, la sumisión y en general todas las virtudes
cristianas. Sufrió destierro y trabajos forzados en el Quersoneso, en tiempos del
emperador Trajano. Y fue tal su éxito entre sus compañeros de condenados a las minas,
que hizo entre ellos muchas conversiones, por lo que, no pudiendo soportarlo más los
romanos, le condenaron a morir arrojándolo al mar con una áncora al cuello.
Dos Santos más registra la Iglesia con este nombre: San Clemente
de Irlanda, monje, cuya fama de santidad fue tan grande que Carlomagno lo llamó junto a
sí y la confió la Escuela Superior de París. Y San Clemente María Hofbauer, nacido en
Moravia en 1751 y muerto en Viena en 1820. Su gran humanidad, su bondad por encima de toda
mesura, tenía cautivada a toda Europa.
En la importante lista de los Clementes, se cuentan nada menos
que catorce Papas (era éste un nombre por el que sentían una especial predilección),
varios escritores y políticos, un famoso entrenador de fútbol y el escritor y filósofo
Clemente de Alejandría, que afrontó los problemas que le plantea la fe a la filosofía y
nos dejó numerosas obras.
Es éste un nombre que no necesita elogios, porque se elogia a
sí mismo, y que nos induce a pensar que quien así se llama es en verdad clemente.