Santa Cecilia, miembro distinguido de
la Gens Cecilia (nombre derivado de caecus, ciego, por el fundador de la
familia que perdió la vista salvando la estatua de la diosa Atenea de un incendio) se
convirtió a la nueva religión, el cristianismo, que estaba haciendo temblar los
cimientos del poderosísimo imperio romano. Era tanto más irritante para los romanos esta
conversión, por cuanto Cecilia era uno de los miembros distinguidos y privilegiados de la
sociedad romana. Teniendo honores, poseyendo riquezas y formando parte del círculo de los
poderosos, se convierte a la religión de los esclavos y los desheredados, llegando a
distinguirse por ser uno de sus miembros más activos y un ejemplo a seguir para los
cristianos.
El prefecto de la ciudad, irritado, busca un pretexto para
condenar a Cecilia. Le pide cuentas de los bienes de su marido y de su hermano. Ésta le
responde que los ha distribuido entre los pobres. La puede condenar por ello, pero le
propone perdonarla si ofrece un sacrificio a los dioses romanos. Cecilia le replica que no
hay más Dios que el Dios de los cristianos, y que los ídolos son patrañas.
El prefecto la condena a morir en la hoguera. Pero habiendo
salido ilesa, ordena a un verdugo que la ejecute. Le hace tres tajos en el cuello, de los
que tan sólo queda herida. Sobrevive tres días más, que dedica a convertir a
muchísimos paganos, y finalmente entrega su alma a Dios en el año 177.
El culto a Santa Cecilia viene desde el siglo V, y se
inició justamente en la iglesia dedicada a la santa, que había sido su casa y ella
había donado para el culto divino. Fue la primera iglesia en que se celebraban
diariamente los oficios cantados por una congregación de monjes que allí
estableció el Papa Pascual I. Se da el caso de que en el oficio divino de Santa Cecilia
había una antífona que decía: Cantantibus órganis Cecilia virgo corde suo soli
Domino decantabat..." (Al son de los órganos la virgen Cecilia cantaba en su
corazón sólo al Señor...) A raíz de esta antífona y del singular y solemne culto
cantado que se celebraba en su iglesia y que luego se extendió a otras muchas iglesias a
ella dedicadas, y muy especialmente desde la fundación, en Roma, el año 1584, de la
Academia de la Música, que la nombró su patrona, se la consideró y proclamó en todo el
orbe cristiano patrona de los músicos.
La solera del nombre, su distinción, el candor de la leyenda
que lo acompaña, la bellísima iconografía a que ha dado lugar y sobre todo el
patronazgo de la Santa sobre un arte tan bello y tan noble como la música, son motivos
sobrados para sentirse orgullosísima de este nombre. ¡Felicidades!