NEPOTISMO
Del latín nepotem, que en principio significa nieto, obtenemos el
término culto nepotismo. Pero no debió tener una historia muy sosegada en Roma la
palabra nepotem, puesto que muy pronto pasó a significar también disipador,
perdido, pródigo de sus bienes, libertino... y más adelante ya, abarcó también el
significado de sobrino, palabra que hemos tomado del latín sobrinus, adjetivo
obtenido de la corrupción del más antiguo sororinus (filius), hijo de la hermana
(soror). Algún misterio tiene esta palabra (o la realidad que denomina, como la
palabra suegra), que no nació con buen pie y nunca ha conseguido tener buena prensa. Es,
por empezar, un término negativo: nepotem. El término potere
está muy claro. Por consiguiente ne-potem sería el que no puede. En su forma
plural, nepotes, tiene un significado sin sombras: los descendientes, la
posteridad, renuevos, vástagos nuevos (y se usa tanto para animales como para plantas).
Es difícil descubrir a estas alturas por qué se definieron en negativo la relación
abuelo - nieto, y tío - sobrino. Tengo la sospecha de que ha de ser más bien una
cuestión de herencia lo que determina la negación. Es tanto más razonable pensar esto,
por cuanto la misma paternidad tiene este origen, así como la institución de la
primogenitura. Si los hermanos del primogénito están excluidos de la herencia, a mayor
razón los que no sean hijos directos del dóminus.
Sea como fuere, el caso es que el fenómeno del nepotismo se originó justamente
en el contexto de una institución que ponía especial cuidado en que el patrimonio
institucional no pudiera considerarse al mismo tiempo familiar (como ocurre, p. ej. en la
monarquía), de manera que se evitarían las crisis que se plantean en cada transmisión.
Y efectivamente así era. Mientras durante toda la Edad Media los reinos y señoríos
sufrieron constantes conflictos sucesorios, saldados con guerras y asesinatos muy a
menudo, la Iglesia transmitía pacíficamente sus posesiones sin que ello diese lugar a la
crudeza de las luchas dinásticas. Los enfrentamientos y tensiones que hubo, tuvieron su
origen en el nepotismo, que era el sucedáneo de la paternidad, y como tal menos
virulento. La primera definición de nepotismo es, en efecto, la práctica de favorecer
los dignatarios eclesiásticos a sus sobrinos. De ahí se ensanchó la definición al
vicio de la Administración pública de repartir los cargos no en razón de la valía,
sino en razón del parentesco o de la afinidad de cualquier tipo. Se suele llamar hoy a
esto enchufismo.
Es de notar que para poder hablar de nepotismo es preciso que se trate de cargos
públicos, de los que no son transmisibles por herencia (los eclesiásticos y los
políticos). Es una incorrección de lenguaje y de concepto acusar a un empresario de
practicar el nepotismo en su empresa, porque él sí que puede hacer lo que le dé la
gana, porque la empresa es suya. Es lógico que él les dé cargos a sus hijos (o a quien
quiera) en la empresa prescindiendo de si son los más aptos para ocuparlos, porque para
él tiene prioridad absoluta transferir la empresa a su hijo (o a su sobrino; es el caso,
p. ej., de El Corte Inglés).
Mariano Arnal
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