VÍCTIMA 2
Desde el momento en que la víctima es el víctus (el alimento, el
pan nuestro de cada día), desde ese momento es necesario que sea culpable. En
latín está más claro: ha de ser reo, es decir la cosa (la res) que
ocasiona el perjuicio, y por tanto es inevitable que se vaya contra ella. La explicación
más eficaz de que alguien esté sometido al papel de víctima es la culpa original,
es decir que tiene que ver con el origen de la víctima. Es la culpa que se transmite de
padres a hijos. Una culpa genética. Si el delito está en los padres, es que también hay
delito por nacer de quien se ha nacido. Los hijos son culpables por ser hijos de quien
son.
Son filigranas teológicas, pero es que así es como funcionan las mentes. El individuo
o el grupo que para vivir él, necesita sacrificar a otro, no puede andar siempre
con conciencia de culpabilidad. Ha de transferir toda la culpa a la víctima (Agnus
Dei, qui tollis peccata mundi) para poder ir con la conciencia tranquila. Es la
víctima la que carga con el sambenito de ser la causa (es decir la cosa) que
provoca que se actúe contra ella.
El ejemplo de los tejanos apretados, en un caso; el de la falda demasiado corta, en
otro; el de no haber opuesto suficiente resistencia en el de más allá; y así una larga
casuística, no son más que los últimos vestigios de una mentalidad (con caracteres de
honda convicción) según la cual la culpable de todo abuso sexual era siempre la
víctima. Únicamente podía ser exculpada si se comportaba como una María Goretti. A
poco que se desviase de esa conducta, era severísimamente condenada por la sociedad y
desterrada de la misma (poco acudían las víctimas a los jueces, sabiendo que juzgarían
a favor de la corriente). Si hoy se está juzgando de otra forma es porque las que ayer
fueron víctimas, se han liberado de su condición de tales. De lo contrario, la culpa
seguiría pesando sobre ellas.
En el caso de los nacionalismos, está más claro que el agua. Funcionan igualmente por
principios teológicos. Todo el que objetivamente menoscaba los derechos de los
nacionalistas, es reo de un perjuicio a la nación (es la cosa que daña al
nacionalismo) y por tanto es víctima necesaria de la lucha diaria de los
nacionalistas para subsistir como tales. No es necesario que hagan nada malo, como tampoco
es necesario que haga nada malo el cordero que nos comemos: basta que no sea de nuestra
propia casta para que podamos sacrificarla y comérnosla sin ningún escrúpulo. Para
ser in-imicus no hacía falta hacer nada malo. Bastaba no ser amicus.
Si los pobres romanos hubiesen tenido compasión de sus víctimas, nunca hubieran podido
crear el imperio. El no ser de la propia casta, o el no aceptar las condiciones de
sometimiento a la casta superior, es suficiente delito como para actuar sin escrúpulos.
Allá la víctima, es su problema. Como la mujer que era violada antes de liberarse la
mujer de su papel de víctima necesaria. Era su problema. La sociedad vivía satisfecha de
sí misma en el confort de su conciencia.
Mariano Arnal
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