COMUNIDAD
Communitas es la palabra latina de la que deriva nuestro término comunidad.
Parece que no le hemos cambiado nada. Es esto cierto en cuanto a la forma, pero no en
cuanto al contenido, que lo hemos restringido. En latín significaba, además de
comunidad, sociabilidad, instinto social, amabilidad, bondad, afabilidad. Se denominaba
también así la justicia civil común a todos, la que les hacía a todos iguales. Es
decir que denominaba, además del resultado (la agrupación de personas), las virtudes y
prácticas que hacían posible ese resultado. En la órbita de communitas están communicatio,
communio y communis, del que derivan los anteriores. Com-munis es un
compuesto de cum, que expresa idea de unión, compañía, y munus, que
significa deber, obligación, servicio. El adjetivo munis significa servicial,
atento, cumplidor de su deber. De donde cae de su peso que una communitas es una
agrupación de personas que tienen la voluntad de estar vinculadas entre sí por el
cumplimiento de atenciones y obligaciones comunes y recíprocas.
Toda comunidad necesita los ritos, los mitos y las doctrinas que contienen vivo
el munus, renuevan constantemente su vigencia, y mantienen a sus miembros múnites,
es decir atentos, serviciales, dispuestos a cumplir con su deber. De lo contrario, la
comunidad no se sostiene. El rito de la Misa y de la Comunión, con toda su carga de mito
y de doctrina, es el aglutinante de la comunidad cristiana. Es difícil imaginar la
permanencia del cristianismo sin la Misa y la Comunión, como difícil es imaginar el
islamismo sin sus ritos tanto privados como públicos. Y de la misma manera que la
vinculación de cada persona a su religión depende en buena parte de su participación
asidua en los ritos y festividades, así también ocurre con la vinculación colectiva. Si
una colectividad no cultiva los ritos, los mitos y las doctrinas que constituyen sus
cimientos, mal puede durar. Es imposible que se mantenga cohesionada una comunidad cuyos
individuos ni siquiera saben en qué consiste pertenecer a la comunidad. Por eso se han
instituido el catecumenado, los ritos de iniciación y la liturgia de la palabra en los
ritos habituales. La forma laica de todo este armazón, que es la escuela y los medios de
comunicación, nunca consigue calar tan hondo como la forma religiosa. Por eso las
comunidades civiles y entre ellas las políticas, son efímeras comparadas con las
comunidades religiosas. Por eso los movimientos políticos, especialmente los
nacionalistas, se esfuerzan al máximo por pivotar en torno a fórmulas religiosas,
generalmente administradas por auténticos "animales religiosos" (es un calco
del zwwn politikon tzóon
politicón, del animal político, que diría Aristóteles).
La comunidad cristiana (entendiendo por tal la de todos aquellos cuya vida
sería muy otra si no fuese porque apareció en su cultura el cristianismo, abriéndole un
ancho camino al humanismo) tiene como distintivo y aglutinante máximo la Comunión,
a la que se aferran, al igual que a los demás ritos trascendentales, millones de
"fieles" del sistema cristiano, aunque no tanto de su religión.
Mariano Arnal
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