GENEROSIDAD
Aunque resulte chocante, generoso es el que genera, es decir el que engendra.
La palabra la inventaron los romanos. Generosus significa en primer lugar
"de buena raza" (genus / generis), y en segundo lugar,
"prolífico", "fecundo"; porque esa es la virtud esencial de una raza:
su calidad y abundancia de reproducción. Una vaca generosa es la que da muchos y buenos
terneros, y abundante leche. (Por cierto, la exuberancia
es propia de la leche. Viene de ubre; "exuberar" significa
"ser la leche tan abundante que se sale de (ex) las ubres"). Este adjetivo fue inventado, en efecto, para aplicárselo a los animales.
Luego se aplicó al hombre, pasando pronto a los significados metafóricos, que finalmente
desplazaron a los primitivos.
Lo cierto es que incluso desde el significado "humano" que hemos asignado al
término generar, engendrar acaba convirtiéndose en un acto de generosidad,
pues resultado inevitable del mismo, es tener que repartir el hábitat y sus recursos con
los que de esa actividad nacen. Pero, he ahí la gran paradoja: esta especie de
generosidad repercute a la larga en beneficio del que la practica. Al compartir su vida y
sus recursos vitales, está dilatando su propia vida. El animal feudatario de una especie
superior, porque en la proporción en que crecen los individuos del grupo, decrecen las
posibilidades individuales de ser devorado; y en la especie humana, feudataria de sí
misma, porque gracias a la generosidad practicada en la juventud, al compartir vida y
recursos con los hijos, se obtiene de ellos la prolongación de la vida de los padres
durante un largo período terminal en que éstos ya no son capaces de proveer a su
sustentación. Sin generación, es decir sin generosidad es imposible la
jubilación y ni tan siquiera la vejez.
Nueva paradoja: ayer individualmente (cuando quien proveía las pensiones era la
familia), y hoy colectivamente (porque las pensiones las provee el Estado, con
independencia de los hijos que haya tenido cada uno), la longevidad depende de la generosidad.
Una sociedad que se niegue a practicar la generosidad, es decir, que se niegue a
reproducirse, está acortando los años de vida de cada uno de sus individuos. A no ser
que transfiera a otros pueblos la función reproductora, es decir el ejercicio de la generosidad,
en cuyo caso quizá se libre la presente generación pero no la siguiente, de los
conflictos por la posesión de la tierra. Lo que no puede ser, y se paga carísimo, es
querer beneficiarse simultáneamente de la falta casi absoluta de generosidad, y luego
querer poseer en paz la tierra que has tenido que labrar con brazos ajenos para sustentar
tu vejez.
Quien quiera vida, ha de dar vida. Esta es una primera ley de la Naturaleza, tan
inexorable como la ley de la gravitación universal. Y una segunda ley: quien no ocupe su
territorio con el fruto de su generosidad, tendrá que aceptar que otros llenen el
hueco. Y una tercera: en la Naturaleza, todas las especies sacrifican una parte de sí
mismas a la especie superior en la guerra de desgaste de cada día. En la especie humana
algunos pueblos y algunas épocas optan por esta solución.
Mariano Arnal
Copyrigth EL
ALMANAQUE todos los derechos reservados.