LAS COSAS Y SUS NOMBRES  NOMINA RERUM                                    Mariano Arnal


MENTE 

Para contextuar esta palabra en nuestra lengua, nos conviene verla en medio del campo léxico que genera: las defectivas demente y demencia son las que más nos ayudan a fijar el significado básico. Si la demencia, es decir la falta de mente es la falta de cordura, la incapacidad de regir la facultad de entender y es causa de graves desarreglos de la conducta, habrá que deducir que la mente es la facultad de regir el pensamiento y la conducta. En esa misma línea está el adjetivo mental, uno de cuyos usos más frecuentes es precisamente acompañando a enfermedad, enfermo, deficiente, hospital. Observemos de paso que cuando se han querido sustituir estos nombres por terminología griega, hemos ido a parar al término que se acerca más al alma: yuch (psyjé), y de ahí hemos formado psiquiatra, psiquiátrico (eludiendo el sustantivo hospital), psicótico, psicosis. 

Un paso más allá tenemos la mentalidad, que hace referencia a las variedades posibles dentro de una construcción equilibrada de la mente. También con este término, el referente es el alma o el espíriu: tener mentalidad de artista, de carnicero, de banquero, de mendigo, es como decir que se tiene alma o espíritu de artista, de carnicero, de banquero, de mendigo. Es la misma mente que nos dejaron en herencia los latinos (mens sana in córpore sano), que podemos traducir y en efecto vemos traducido indistintamente por mente, alma o espíritu. Pero es que la evidente coincidencia con la raíz griega men- (men) nos vuelve al mismo sitio: menoV (ménos) es para los griegos el alma, el principio de vida, pero también la voluntad, la pasión, el coraje, el ardor. Y esa es, ¡oh casualidad!, la primera palabra de la primera gran obra literaria de nuestra cultura: Menin aeide (ménin áeide)… el alma canta, oh diosa, del pelida Aquiles, que produjo miríadas de dolores a los aqueos y que arrojó al Hades muchas almas (yucaV  (psyjás)) insignes de héroes… 

Mucho más allá nos lleva el verbo mentar, que de hecho es la verbalización del sustantivo mente (formas más arcaicas del mismo son dementar y ementar); se trata en definitiva de hacer mención de algo. Pero esta última palabra no la hemos obtenido nosotros directamente de mente, sino que ya nos la dio el latín formada: mentio mentionis y con el mismo significado. Los lexicólogos, por ser  forma propia de sustantivación de un verbo prefieren considerarla procedente de mémini, que significa recordar. De todos modos la mente y la memoria están emparentadas desde su misma raíz. Mentar es bastante más que decir o nombrar; éste es un verbo con alta carga anímica. Mentarle a uno los muertos, o la madre es ir a mayores, es remover las memorias y los ánimos.  

Pero quizá lo más sorprendente de todo el desarrollo de la palabra mente es que se haya convertido en lexema, es decir en una pieza gramatical, que sirve para formar el adverbio a partir de cualquier adjetivo, de manera que al decir: “haré lo que buenamente pueda”, de hecho estamos diciendo: “haré lo que pueda actuando con buena mente”, es decir con buena disposición, con buen ánimo.