LAS CLAVES LÉXICAS                                                                        Mariano Arnal


LAS POTENCIAS DEL ALMA

El alma, la mente, el espíritu, la razón, la inteligencia, etc. es un ente de razón: no es una cosa mensurable y tangible que se pueda representar pictórica o fotográficamente. Es intangible, y por eso la concibe cada uno a su modo: hay quien percibe tantos entes como términos se puedan emplear para nombrarlo, y quien entiende que se trata de nombres de una misma realidad, tan difícil de aprehender que por eso se le dan nombres tan diversos, intentando expresar con cada uno de ellos cada una de sus numerosas aristas.  

Si difícil es que coincidamos en darle todos el mismo nombre a la misma realidad física y tangible, inmensamente más difícil es coincidir para nombrar entes de razón. Hoy por ejemplo se evita hablar de mente y de espíritu, por considerar que estas palabras van cargadas de doctrina. Gusta mucho más hablar de inteligencia, la facultad reina de la mente. Por suerte los psicólogos que en su día entronizaron la inteligencia pura y dura como reina absoluta de la mente, le han hecho sitio al sentimiento, al que antes despreciaban como una excrecencia de las sensaciones; como algo si no estrictamente físico, sí al menos fisiológico, es decir químico – orgánico.  

La mente humana no acaba de descubrirse ahora: los filósofos griegos se explayaron construyendo la anatomía del alma. Y de ahí en adelante los demás filósofos y cultivadores del espíritu que en el mundo han sido, han creado cada uno su propia psicología, es decir su propia teoría sobre el alma humana. No hace más de medio siglo que se enseñaba en las escuelas lo de las potencias del alma (algún día habrá que hablar en serio de lo que han representado los catecismos en la configuración de nuestra mente): eran tres: memoria, entendimiento y voluntad. Ahí quedaba resumida toda la teoría sobre el alma (que en menos religioso era el espíritu, y en laico total, la mente). Resulta que para el catecismo, bastante aristotélico, el funcionamiento del alma humana se resumía en estas tres facultades: la memoria (desacreditada luego hasta la infamia); el entendimiento (cuya traducción más próxima a la terminología actual sería inteligencia), y ¡la voluntad!, tan obsoleta, tan demodé. Ésta no tiene hoy traducción, sino pura y simple suplantación. El lugar que en otro tiempo ocupó la voluntad como potencia de nuestra alma, hoy lo ocupan las emociones y los sentimientos. 

Está claro que en menos de 50 años han cambiado profundamente los planos de nuestra alma. Si uno quiere guiarse hoy con los de antes, se pierde. Y eso que el alma es la misma, que apenas ha cambiado. El principal cambio fue de nombres primero, y luego de realidades. Primero fue la proscripción de la memoria, como si fuese una tara del alma. Luego fue la mitificación de la inteligencia, que se pretendió superadora del humilde entendimiento. ¡Y para qué hablar de la voluntad, que ha corrido la misma suerte que la memoria, como aliado suyo que es.  

Si hemos de tomarle el pulso y las medidas a nuestra mente de hoy, tendrá que ser comparándola con su homónima de ayer, el alma. Vamos a empezar pues por el punto de mayor afinidad, el entendimiento. Así podremos compararlo con su sinónimo de hoy, la inteligencia.