OBLIGACIÓN versusDERECHO
Los que ejercen el poder tienen una irresistible tentación
de ejercerlo con cualquier pretexto. Uno de ellos, muy frecuente, es el del derecho,
como si fuesen sin más intercambiables los conceptos de derecho y deber. Es absurdo un
precepto como el de la Constitución que dice "todos los españoles tienen el derecho
y el deber de trabajar". De la misma manera que una cosa no puede ser al mismo tiempo
verdad y mentira, tampoco puede ser esa misma cosa y para la misma persona un derecho y un
deber. Un derecho es lo que le exiges tú al otro, y un deber es lo que te exige el otro a
tí. Cómo va a ser lo mismo exigir (derecho), que que te exijan (deber). De los derechos
eres sujeto, actor. De los deberes eres objeto, paciente por tanto.
Conviene recordar la idea que encierra la palabra ob-ligación (ver web). Procede del verbo ligare,
que significa atar. De entrada toda obligación es un freno a la libertad (y no
digo que no haya frenos tan legítimos y necesarios como los del coche). Atenta contra el
principio de contradicción (idem non potest simul
esse et non esse = lo mismo no puede al mismo tiempo ser y no ser) que quien tiene un derecho sea obligado a ejercer ese derecho. Es tanto como
privarle de él. Porque no se le priva de la cosa, pero sí de gozarla en virtud de un
derecho, no de un deber. Es como si a quien tiene derecho a sentarse en un banco, para
asegurarnos de que goza de ese derecho lo atamos al banco. Podríamos llegar a admitir que
estando atado "goza" del banco; pero de ninguna manera que goza del derecho
al banco.
Desde el momento en que la enseñanza se convierte en obligatoria deja de ser un
derecho para convertirse en un deber. Valdría la pena calcular cuál es la cuota de
degradación que sufre la enseñanza con cada aumento de la cuota de obligatoriedad.
Porque la obligatoriedad por sí misma, sin añadirle ninguna otra plaga, resta calidad.
Tanto el carcelero como el preso viven en la cárcel. Pero el primero está allí
libremente, mientras el segundo está a la fuerza. El primero ejerce su derecho al
trabajo, mientras el segundo ni siquiera ejerce un deber. No hace falta que ejerza él
nada. Está allí tanto si quiere como si no.
Bastaría que de un plumazo se derogase la absurda obligatoriedad de la ESO, para que
se produjera, sobre todo en los centros en que más gravosa y más patente es la
obligatoriedad, una mejora repentina y considerable de la calidad de la enseñanza. Y no
por eso se tendría que dejar tirados en la calle a los alumnos que hoy están encerrados
en las aulas a la fuerza. Hay alternativas excelentes. Cualquiera, eso sí, más
imaginativa y más costosa que el burdo procedimiento de encerrarlos en un aula. Ya va
siendo hora de clarificar las ideas y llamar a las cosas por su nombre. La obligación es
antagónica del derecho; es pisotear ese derecho, no sólo de quien está por obligación,
sino también de quien estando libremente tiene que compartir su régimen de libertad con
el régimen de obligación del otro; porque ese es el régimen que finalmente se impone.
Mariano Arnal
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