En la anterior Reforma lo llamaron Formación del Espíritu Nacional, advirtiendo que
esta formación tenía que impregnar toda la enseñanza. Bueno, para ser más exactos,
toda la acción formativa de la escuela recaía en las Tres Marías, a saber: la
Formación del Espíritu Nacional, la Formación Religiosa y la Formación Física. Ni que
decir tiene que todo lo que era Formación corría a cargo de los hombres y mujeres del
Régimen. Naturalmente que no había ningún interés en ocultar el carácter nacionalista
y fascista de esa irrupción del Régimen en la Escuela. Lo llevaban no sólo con orgullo,
sino también con insolencia. Eran los dueños del país (perdón, de la Nación) y de la
escuela. Su deber sagrado era formar a las futuras generaciones en los nuevos valores
esos tan palpitantes de la "unidad de destino en lo universal". Estamos viviendo
el renacimiento de los valores: a nuevas formas políticas, nuevos valores,
nuevos amaneceres, de los que la escuela ha de impregnar hasta los tuétanos a las nuevas
generaciones que está formando. Si aspiramos a la unidad, si cada Autonomía tiene
que ser Una Nación, y las que no alcancen han de llegar a ser al menos Una
Región, es necesario formar en esa unidad, es imprescindible uniformar.
Esa parece ser la misión sagrada que ha asignado la Reforma a la enseñanza. Ha de hacer
ciudadanos de la nueva realidad política, crear conciencia de las enormes diferencias
entre unas comunidades y otras, de manera que no se puedan confundir unos con otros. Ha de
cerrar la puerta a cal y canto a las monsergas esas de las Humanidades, de ese marco
cultural común de todos los españoles, que atenta contra el espíritu y contra las
competencias de las Autonomías. Ha de ir enterándose cada uno de lo distinto que es ser
gallego, o asturiano, o cántabro o vasco o aragonés. Eso lo primero. Hay que hurgar
donde sea para encontrar nuevos valores, pero eso sí, diferenciales, si no,
no son valores ni nada. ¿Pero qué es eso de los valores?
Valeo, valere, valui es el verbo latino del
que procede la palabra valor. Tiene un cierto parentesco con el irlandés flaith,
que significa soberanía y con el antiguo alto alemán waltan, que significa
mandar. El significado primario de valere es ser o estar fuerte, robusto, vigoroso,
tener poder. Del participio presente valens, valentis, obtenemos el término valiente,
cuyo contrario es cobarde. De ahí deriva también el adjetivo válidus (es la
forma nominal del verbo, a falta de supino) especializado en el aspecto de la salud. Y
casi exclusivamente para señalar al que está falto de salud se creó el término inválidus,
que utilizamos con el mismo valor que se le dio en latín. Del valer hemos pasado
al valor; de éste, a los valores; de aquí a la valoración y a su
contrario el desprecio. Todo este campo léxico, con sus fuertes cargas semánticas,
estaría muy bien si encima no se buscase de forma enfermiza que esos valores sean diferenciales.
Aquí es donde lo que de entrada parece un juego inocente, acaba convirtiéndose en una
fábrica de diferencias artificiales, y la escuela en el centro de formación en la
conciencia de esas diferencias. Y ante esto uno piensa en la singular labor
formativa de las ikastolas.