COMPLEJO
A la vista de la enorme proliferación de terminología médica, se diría que entre
las aficiones médicas la de denominar ocupa un lugar importante, y no hay para menos,
porque si alguien descubre algo y no le pone nombre, se condenan él y su descubrimiento
al anonimato. El hablante es especialmente receptivo en el ámbito de la psicología y la
psiquiatría (paranoya, esquizofrenia, hipocondríaco, psicosis, psicótico, neurótico,
neurasténico, anorexia, bulimia... son términos instalados en el habla como si siempre
hubiesen estado ahí). Precisamente los conceptos de complejo y acomplejado se forjaron en
los tratados de psiquiatría, y mira por dónde al hacer fortuna en el habla coloquial (y
quizá precisamente por eso) la ciencia los arrinconó para denominar las mismas cosas de
otra manera.
Fue el psiquiatra suizo Eugen Bleuler, coetáneo de Freud, que nació un año más
tarde que él (1857) y murió el mismo año (1939), quien intrudujo estos términos. Se
dedicó al estudio de la demencia precoz, a la que llamó esquizofrenia ( scizw / sjítzo significa rasgar, escindir;
y ta jrena / la inteligencia, le
conciencia). Cayó bien esta terminología y los psiquíatras se lanzaron a definir y
nombrar complejos. El de Edipo, el más famoso, descrito por Freud como el conjunto
de fenómenos centrales en el desarrollo de la sexualidad infantil, por los que se
establece una relación amorosa con el padre del sexo opuesto, y hostil hacia el padre del
mismo sexo. El de inferioridad, el que más ha calado en la conciencia de los
hablantes, denominación empleada por Adler para designar de forma genérica el conjunto
de actitudes o conductas dependientes de un sentimiento de inferioridad o las reacciones
de la persona frente al mismo. Lo definió como el conjunto de sentimientos de menosprecio
de sí mismo que obran en el subconsciente para producir timidez o, como compensación,
una agresividad exagerada y expresión de superioridad. (Obsérvese que inferioridad es
un comparativo; en grado positivo que dice la gramática, se llamaría "complejo
de bajeza"; es posible que a más de uno esta denominación más repulsiva le
ayudase a luchar contra el complejo.) Detrás de estos se desencadenó la fiebre de los
complejos y se describieron el de Caín, para designar los sentimientos de
rivalidad y hostilidad entre los hermanos; el de Electra (descrito por Yung), que
es la versión femenina del complejo de Edipo; el de Yocasta, con el que se
denominan las tendencias libidinosas (manifiestas o reprimidas y ocultas) de la madre
hacia el hijo; el complejo de Diana, que describe el cultivo por parte de la mujer
de sus inclinaciones masculinas; el de castración, directamente relacionado con el
de Edipo: es vivido de manera distinta por el niño (temor angustioso y obsesivo de
pérdida del pene) y por la niña (como pérdida consumada que se intenta negar o
compensar).
Es todo un esfuerzo exhaustivo de denominación basado en un la lectura profunda de los
clásicos y que ha inducido de forma poderosa al conocimiento literario de los mismos. Con
una serie tan exhaustiva de complejos, todos acomplejados ante el psiquiatra que dictamina
nuestro nivel de salud mental. Por eso cuesta tanto ir.
Mariano Arnal
Copyrigth EL ALMANAQUE
todos los derechos reservados.
|