CRIATURA
Por atender a la forma léxica, tras la que siempre hay algún resquicio por el que se
cuela la luz, hemos de observar la forma gramatical de criatura. Es el participio
futuro del verbo criar, como "futuro" lo es del verbo ser, "factura"
lo es del verbo facere (hacer); son palabras construidas desde el latín, por lo
que al construirse estaba vigente el valor latino de esta terminación (no ocurre lo mismo
con dulzura, hermosura, cordura, miniatura... que se formaron cuando esta terminación
había perdido ya su original significado latino). Según esto es razonable pensar que en
esta sustantivación va implícito, además del valor de futuro, el de necesidad y
obligación, que caracteriza a la voz perifrástica. Pero hay que observar que estamos en
la perifrástica activa, en cuyo caso hemos de retomar los valores de crear que
corresponden a la criatura, relacionados evidentemente con crecer y criarse (ver "criador" en la web).
Es decir que esta forma nominal implica que la criatura tiene que cumplir una serie de
obligaciones por su condición de tal. Eso parece al menos, y eso es preciso que sea. Si
la criatura no tiene obligaciones para con el criador, los lazos de dependencia se
debilitan. La evolución posterior del significado de la palabra no se ha desviado de esta
dirección: criaturas son los niños, cuya obligación de estar sometidos a los mayores es
una constante cultural; por eso no es gratuita la hipótesis de que la terminación de la
palabra criatura no es casual, sino que incorpora el factor de obligación.
Porque tenemos un par más de formas derivadas del verbo criar, que se refieren a la
criatura: el criado y la criazón. Empezando por esta última, se llamaba
así en España durante la Edad Media al conjunto de siervos nacidos y criados en la casa
del señor. Es decir que en la propia palabra se admitía que uno de los objetivos del
señorío era precisamente criar siervos; cosa por otra parte nada extraña, siendo
tan altamente rentables como eran, y no habiendo otra manera de adquirirlos (la primera
generación se adquiría con las tierras). Luego se fue ampliando durante la Edad Media el
significado de esta palabra, hasta comprender a las familias de los siervos primero, y
luego a todos los hombres, tanto siervos como semilibres, que dependían del señor. En
Castilla se conocía como vasallo de criazón al noble vasallo de un señor que había
sido criado en su casa.
En la denominación de criado convergen tres conceptos: el de que se está
siendo beneficiario de un gran don por parte del señor, que cría-alimenta a su criado;
el de la obligación de servirle, que en justa correspondencia tiene el criado para con el
que le cría; y el de la inferioridad o perpetua minoría de edad que con respecto al
criador tiene el criado. En efecto, va aparejado con el hecho de ser criado, el ser
también criatura, es decir menor de edad, con las obligaciones que ello comporta. En el
caso de los criadores de animales, es evidente la corta edad de las crías. A nadie le
interesa la carne vieja. Cuando se crían criados, y cuando se transforman éstos en
trabajadores, nadie oculta su preferencia por la carne joven. La mejora de las condiciones
de explotación ha impuesto la jubilación, cada vez más temprana.
Mariano Arnal
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