LECCIÓN 1
Viene del latín lego, legere, lexi, lectum. Un verbo más antiguo que el leer,
y que por tanto pasa por otros significados, antes de llegar al de leer. Su significado
originario genérico es recoger, "hacerse con las cosas", quedarse con ellas
recorriéndolas, arrebatándolas, seleccionándolas, etc. Son los prefijos los que acaban
de perfilar el significado preciso de legere. Col-ligo, col-ligere, col-lectum, recoger
juntando (colegio, colectivo, colección); e-ligo, e-ligere, e-lectum y se-ligo,
se-lectum, recoger separando de lo demás (elección, elegante, selección); re-ligo,
re-lectum, recoger para dejar atrás, para desechar (relegar); di-ligo, di-lectum,
recoger seleccionando (dilecto, predilecto, diligente); inter-lego, inter-lectum
(intelligo, intellectum), escoger entre, ser capaz de elegir (inteligencia). El
negativo de todos ellos es neg-ligo, neglectum, que significa desentenderse de las
cosas, no hacerse con ellas (negligente, negligencia). ¿Y cómo pasamos de recoger a
leer? Interpretando la lectura como una captación de cuantos signos, palabras e ideas hay
en el escrito. Es decir que la lectura es el acto mediante el cual el lector va recogiendo
el mensaje que le transmiten los signos escritos. Esa es la razón por la que en latín
tanto se puede "leer" lo que está escrito como lo que se dice. Sermonem
alicuius legere es "escuchar" con atención (recoger) la conversación de
alguien. Tanto la acción de leer como aquello que se debe leer, se llaman lectio, que
traducimos "lección" y "lectura". Pero sobre todo a la primera, la
escuela le ha ido cambiando el significado: aquello que en origen era una lectura por
parte del profesor, comentada, ha pasado a convertirse, desde que los libros están al
alcance de los estudiantes, en lectura (no indispensable) por parte del alumno, apuntalada
(y a menudo sustituida) por la explicación del profesor.
Cuando hemos llegado aquí (las lecciones han ido cambiando de nombre, pero siempre son
de libro; en griego las llaman maqema (mázema)
= aprendizaje), hemos llegado ya demasiado lejos en la desvirtuación del quehacer de la
escuela. Nos hemos pasado a la teorización que tanto nos chifla. Hemos saltado del
pizarrín o de la libreta, al libro. Hemos abandonado la ejercitación como base de
nuestro aprendizaje, para entregarnos a la lección, es decir a la lectura, como único
fundamento del mismo (en teoría). Y eso ya desde la primaria, con un protagonismo
exagerado del libro. ¿Y cuál es el papel del maestro en este caso? Aquí el maestro se
ha quedado sin trabajo, y el alumno sin ser trabajado. Se supone que es el libro el que ha
de trabajar al alumno; esa fue la gran innovación de la Reforma del 70, que nos trajo la
EGB. El libro se convertía en el gran aliado del maestro, que a partir de ese momento se
subía a la tarima y pasaba a llamarse "Profesor de EGB" y a ejercer de
profesor, es decir de hablador, de explicador; porque el trabajo de maestro, el de hacer
trabajar al alumno, lo había asumido milagrosamente el libro, sobre todo a través del
maravilloso invento de las fichas. Lo que caracterizó a la reforma del 70 fue que en la
enseñanza primaria se quiso sustituir el trabajo del maestro por el del libro
(instrumento propio de la secundaria) y convertir al maestro en profesor (profesional
específico de la secundaria).
Mariano Arnal
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