El elemento esencial de la palabra arrepentimiento es la pena, que
además se inventó para conseguir que los delincuentes se arrepientan. Obsérvese que es
un verbo de forma reflexiva: arrepentirse, ese vestigio de voz media en que además
de la implicación del sujeto en la persona del verbo, se insiste de nuevo con el
pronombre. En latín decían me poenitet, que interpretado sería "me
aflige la pena una y otra vez", "me atormenta la pena". Y efectivamente
para eso se inventó el punire, es decir el imponer penas, para que la gente
sintiera el dolor de verdad, de modo que el arrepentimiento no sería otra cosa que la
interiorización de ese dolor real impuesto por los delegados por la sociedad para imponer
penas.
Es muy llamativa la intensidad de las palabras con que se expresa la intención del reo
de no volver a delinquir. Desde el "lo siento", que suele decir el que ha hecho
el daño ("más lo siento yo", suele contestarle el que lo ha recibido o sus
deudos), hasta el me poenitet que decían los romanos, el "estoy
arrepentido" que se usa en terminología penitenciaria, y la "contrición"
que usaba la Iglesia en su terminología penitencial, hay diferencias de grado. El
arrepentimiento (me poenitet) nace en la penitencia. Ésta es el malestar constante
(iterativo) que experimenta quien está pagando una pena. Ese mismo malestar reduplicado
es el arrepentimiento. No fue poco lo que tuvieron que hacer nuestros antepasados
físicamente para obtener esos resultados psíquicos. Hay que decir que se emplearon a
fondo. Hoy se obtienen los arrepentimientos procurando hacer pasar al penado la menor pena
posible. Si el objetivo de la condena es la rehabilitación y no el daño, es obvio que
las antes llamadas prisiones y penitenciarías, se conviertan en "internados"
relativamente obligatorios, en los que se reciben enseñanzas y asistencia psicológica
(se van convirtiendo poco a poco en centros de enseñanza obligatoria de adultos). Ahí
sí que son decisivas las calificaciones. Al que mejor se porta, antes se le declara
rehabilitado y arrepentido, y antes se le libera del internamiento obligatorio.
Es llamativo el término que empleó la Iglesia para denominar el arrepentimiento:
"contrición" (con una sola c, porque viene de tritus, no trictus).
Efectivamente, el verbo tero, trivi, tritum lo tenemos bien identificado en
"triturar" y "trituradora", que hemos derivado del supino. Pues eso es
lo que significa -tritio, trituración, pero con el prefijo de intensidad -con.
Es decir que el acto de contrición (no el de la fórmula, sino el auténtico, el que va
en la palabra) es aquel mediante el cual uno se tritura, se machaca, queda hecho polvo (cor
contritum quasi cinis... el corazón triturado como la ceniza, que dice el Dies
irae.)
He ahí lo que hubo. Eso son teorías bárbaras, anticuadas, que tenemos todavía en el
lenguaje y en la forma externa de las instituciones pero no en su espíritu. Cada sociedad
ha de soportar el índice de delincuencia que le toque sin ensañarse con los
delincuentes. Ha de obtener su arrepentimiento sin que pasen pena. Eso es.