Los diccionarios dan por seguro que su origen es la palabra latina fémina, cuyo
significado inequívoco es "hembra", tanto humana como de los demás animales: Bestiae
aliae mares, aliae feminae sunt = las bestias unas son machos, y
otras hembras. Como que en términos generales la especie humana rehúye que se la alinee
con los animales, se considera de mal gusto llamar "hembras" a las mujeres, (y
machos a los hombres) por lo que hemos recurrido a los cultismos "fémina",
"femineidad", "femenino", "feminismo",
"feminista", invadiendo con ellos el área semántica de "mujer". De
ahí que a efectos de análisis léxico nos tengamos que limitar a la palabra
"hembra" como término que comparte la mujer con las demás hembras de la
naturaleza por coincidir con sus características esenciales, lo mismo que ocurre respecto
al término macho en relación con varón. Si bien varón y mujer son los términos
específicos de la especie humana para distinguir macho y hembra, es igualmente cierto que
han invadido mucho más campo que el de la simple diferenciación sexual, por lo que a
efectos anatómicos, fisiológicos, y los que por derivarse directamente de ellos son
determinantes en los comportamientos respectivos, es más ilustrativo atenernos a la
clasificación macho -hembra (obra de la naturaleza, como en los demás animales), que a
la clasificación hombre-mujer (obra de la cultura).
Es cierto que la especie humana se ha hecho a espaldas de la naturaleza, o dicho más
crudamente se ha hecho contra natura, violentando la naturaleza hasta límites
inconcebibles. De ahí que en el análisis de cómo se las compuso la cultura para ir
moldeando la hembra humana para hacer de ella la mujer, el argumento "natural",
el que remite a lo que tiene diseñado la naturaleza, es de un valor muy relativo. Si nos
hemos saltado la naturaleza en lo más, nos la podremos saltar en lo menos. De todos
modos, como método de trabajo será útil definir a la mujer como hembra, es decir que
nos conviene saber cuál es el papel que le ha asignado la naturaleza, para analizar
cuánto ha pesado y cuánto puede seguir pesando su condición de hembra en el producto
cultural (es decir cultivado) que es la mujer.
Los diccionarios vienen a definir "hembra" como animal que produce o es capaz
de producir gérmenes que, fecundados por el macho, se desarrollan hasta formar otro
animal de la misma especie. Pero la definición completa abarca diversos aspectos: el
genético (XX), el citológico (distintos cromosomas sexuales), el histológico
(diferencias en los tejidos que intervienen en la reproducción), el anatómico u
organográfico. En todos los aspectos de la definición es determinante la función
reproductora de la hembra. Que se puede estar diseñada para una función y no ejercerla,
es evidente. Se está haciendo. Se puede modificar, sobre todo inhibir la función, pero
es mucho más difícil intervenir en el diseño. Que esto sea ventajoso o no para la
mujer, ya es harina de otro costal. Lo mismo que el empeño por acercarse a las
condiciones del hombre, que tampoco son como para relamerse, sin analizarlas. El camino
emprendido no es el único posible.